Génesis y el Gran Partido de Voleibol



En un pintoresco pueblo de la República Dominicana, vivía una niña llamada Génesis. Desde muy pequeña, su pasión por el voleibol era evidente. Cada tarde, cuando el sol comenzaba a caer, se reunía con sus amigas Esthy, Marianny y Rosalia para jugar en la cancha del barrio.

Una tarde, mientras jugaban, Génesis dijo emocionada:

"¡Chicas, creo que este sábado habrá un torneo de voleibol en la plaza del pueblo!"

"¿De verdad? ¡Eso sería increíble!" respondió Esthy, mientras saltaba de alegría.

"Sí, y necesitamos formar nuestro equipo. Esto va a ser genial", agregó Marianny, con una gran sonrisa.

"¡Contemos con mis pelotas y mis redes!" dijo Rosalia.

Las cuatro amigas se pusieron manos a la obra. Decidieron entrenar todos los días para estar listas para el gran día. Comenzaron a practicar sus saques, recepciones y bloqueos. Pero no todo fue fácil. A veces, se frustraban porque no les salían las jugadas que habían ensayado. En una ocasión, mientras trataban de hacer un saque especial, la pelota se fue volando y terminó cayendo en el jardín de la señora Rosa, quien tenía fama de ser un poco gruñona.

"Oh no, ¿qué hacemos?" preguntó Marianny, preocupada.

"¡Voy yo!" dijo Génesis, y corrió hacia el jardín.

La señora Rosa, sorprendida por la intrusión, se asomó por la ventana y con un tono áspero dijo:

"¿Qué hacen aquí, jovencitas?"

Génesis, temerosa pero determinada, respondió:

"Disculpe, señora Rosa. La pelota se voló y quería pedirle si puedo recuperarla. Es muy importante para nosotros porque estamos entrenando para un torneo."

La señora Rosa, al ver la sinceridad en los ojos de Génesis, soltó un suspiro y respondió:

"Está bien, pero tengan cuidado. Aprecio mucho mi jardín."

Las chicas se apresuraron a recuperar la pelota y, con una sonrisa en sus rostros, regresaron a la cancha.

Con el tiempo, se hicieron cada vez más fuertes como equipo, pero el día del torneo se acercaba y las dudas comenzaron a asomarse. Las chicas se sentaron juntas en la arena de la cancha, preocupadas.

"¿Y si no ganamos?" preguntó Esthy, brotando en lágrimas.

"No importa si ganamos o perdemos. Lo importante es que nos divirtamos y que juguemos con el corazón", dijo Rosalia con confianza.

"Sí, lo que cuenta es el esfuerzo y el trabajo en equipo", añadió Marianny.

"¡Vamos a dar lo mejor de nosotras!" exclamó Génesis, motivando a sus amigas.

Finalmente, llegó el gran día. La plaza estaba llena de gente animando a los equipos. Génesis y sus amigas sentían los nervios en sus pancitas, pero cuando comenzó el partido, se olvidaron de todo y se concentraron en jugar juntas. Con cada saque, recepción y punto ganado, el público aplaudía con entusiasmo.

El próximo partido fue un desafío. Se enfrentaron al equipo de las chicas más grandes del pueblo, conocidas por ser muy talentosas. En un momento, Génesis, recibió la pelota justo cuando el marcador estaba a su favor, pero en el último instante, una jugadora contraria hizo una jugada impresionante y ganó el punto para su equipo. Génesis, sintiéndose desanimada, miró a sus amigas, y les dijo:

"Chicas, creo que no estamos a la altura de este juego..."

"¡No te rindas, Génesis!" exclamó Esthy. "Recuerda, estamos aquí para divertirnos. ¡Vamos a seguir luchando hasta el final!"

Con renovada energía, el equipo se unió en un grito de aliento y siguió jugando. Al final del partido, a pesar de no ganar, se sintieron felices y orgullosas de haber dado lo mejor de sí. Todo el pueblo las aplaudió por su esfuerzo y trabajo en equipo.

Esa tarde, mientras regresaban a casa, Marianny dijo:

"No importa haber perdido el torneo. Aprendimos mucho y lo pasamos genial."

"Sí, somos un gran equipo, y lo más importante es que nos tenemos unas a otras", concluyó Génesis.

"¡El próximo año será nuestro!" proclamó Rosalia.

Y así, con sonrisas en sus rostros y calor en sus corazones, Génesis y sus amigas se dieron cuenta de que el verdadero triunfo era la amistad y el espíritu de equipo que habían cultivado juntas, lo que las llevó a seguir soñando y jugando al voleibol cada día. La vida continuó, pero esa experiencia siempre quedaría grabada en sus corazones como el inicio de muchas aventuras más.

Desde entonces, no solo se dedicaron a jugar, sino que también comenzaron a enseñar a otros niños del barrio a amar el voleibol. Así, se formó una pequeña comunidad que se unía todos los fines de semana para disfrutar del deporte y sobre todo, de estar juntos.

Y así fue como Génesis y sus amigas aprendieron que, en el deporte y en la vida, lo más valioso no siempre es ganar, sino el amor, la amistad y el trabajo en equipo.

FIN.

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