Génesis y el Jardín de las Buenas Actitudes
Érase una vez en un barrio lleno de árboles y flores, una niña llamada Génesis. Era muy curiosa y juguetona, pero a veces se pasaba un poco de la raya con sus travesuras. En el jardín de infantes, su maestra, la señorita Clara, siempre les decía a los niños que las buenas actitudes eran la llave para abrir puertas a momentos mágicos.
Un día soleado, Génesis llegó al jardín con muchas ganas de jugar. Pero antes de entrar, decidió hacer una travesura.
"¡Miren, tengo una nueva sombra!"- exclamó mientras tiraba de la bufanda de su compañerita, Lola.
"¡Ay, Génesis! No hagas eso, por favor"- le dijo Lola, mientras se acomodaba la bufanda.
"Pero es solo un juego"- respondió Génesis, riendo.
La señorita Clara, que escuchó el alboroto, se acercó y les habló.
"Génesis, las travesuras están bien, pero siempre debemos pensar en los demás. ¿Cómo te sentirías si alguien tirara de tu bufanda?"-
"No sé... no me gustaría mucho"- contestó Génesis, un poco más seria.
A pesar de la advertencia, Génesis no pudo resistirse a hacer algo más travieso durante el recreo. Se subió al tobogán y en vez de esperar su turno, empujó a unos de sus amigos para deslizarse primero.
"¡Yo primero!"- gritó mientras su amigo caía al suelo.
La señorita Clara llegó rápidamente.
"Génesis, ¿qué te dije sobre ser paciente y respetar a los demás?"- preguntó.
"Pero... ¡no me dejaban jugar!"- defendió Génesis.
La maestra sonrió comprensiblemente.
"A veces, cuando somos impacientes, podemos perder mucho más que solo un turno. Podemos perder la amistad. Ahora se vendrá la hora del arte y quiero que cada uno haga un dibujo que represente la buena actitud."
Esa tarde, mientras estaba en casa, Génesis no dejaba de pensar en lo que había ocurrido. Al momento de comer, su papá la miró y le preguntó:
"¿Cómo te fue en el jardín hoy, Génesis?"-
"Ay, papá, no muy bien. No me dejaron jugar como quería y..."-
"Pero ¿tú qué hiciste?"- interrumpió su papá.
Génesis se encogió de hombros y lo miró.
"No sé, un poco de todo. Pero creo que la señorita Clara se enojó un poco; no me trajo lo que pedí en mi cartera"- respondió con un susurro, recordando su carta a los duendes mágicos del jardín.
"¿Te parece que eso es suficiente para no traerte un regalo especial?"- preguntó su papá.
Génesis frunció el ceño y recordó cómo había actuado.
"No, creo que no. Quizás debería intentar ser mejor"- reconoció.
Su papá sonrió.
"Exactamente. Si haces buenas acciones, verás que lo que quieres vendrá. A veces, hay que esperar un poco y ser pacientes. Recuerda, los regalos más valiosos son los que se ganan con amor y respeto."
Al día siguiente, Génesis decidió ser diferente. En el jardín, ayudó a Lola a recoger sus dibujos y pidió disculpas a su amigo al que había empujado.
"Lo siento, prometo que no volveré a hacerlo"- le dijo.
"Está bien, todos cometemos errores"- respondió su amigo, sonriendo.
El miércoles, en la hora de arte, le dijo a la señorita Clara:
"Hice un dibujo que representa lo que aprendí."
"Vamos a verlo"- le respondió emocionada.
Génesis presentó su dibujo, en el que había dibujado a todos sus compañeros jugando juntos, riendo y compartiendo.
"Es muy bonito, Génesis. Has capturado la esencia de la amistad y el respeto. ¡Bien hecho!"- dijo la maestra, brillando de orgullo.
Esa tarde, Génesis llegó a casa con una gran sonrisa. Su papá la notó y le preguntó:
"¿Y tu regalo, Génesis?"-
"Me siento como si hubiera recibido el mejor regalo del mundo: la amistad!"- exclamó.
"Ves, a veces lo más importante no se ve, se siente."- respondió su papá, dándole un abrazo.
Desde ese día, Génesis aprendió que las buenas actitudes, además de atraer cosas bonitas, también crean un ambiente donde la felicidad se multiplica. Así, en su jardín y en su casa, fue cada vez más amable, y la magia de la amistad floreció como nunca antes. Y nunca olvidó que siempre había una oportunidad para mejorar y aprender. Fin.
FIN.