Gerardo y la Gran Aventura de la Amistad



Gerardo era un niño travieso, pero no de esos traviesos que todos quieren tener cerca. No, él se metía en problemas: pintaba las paredes con marcadores, escondía las galletitas de sus compañeros y, en una ocasión, ¡hasta llenó la clase de globos! Eso había causado que todos sus amigos se alejaran, pensaban que era mejor no jugar con él.

Un día, tras una de sus travesuras, Gerardo se sentó solo en el patio de la escuela, mirando cómo los demás niños jugaban juntos.

"¿Por qué nadie quiere jugar conmigo?" - se preguntó, con un nudo en la garganta.

Mientras tanto, un grupo de chicos estaba jugando un partido de fútbol. Uno de ellos, Lucas, había notado a Gerardo. A pesar de que lo había ignorado muchas veces anteriormente, sintió curiosidad.

"¿Y si le doy una oportunidad?" - pensó Lucas. Decidió acercarse.

"¿Querés jugar al fútbol con nosotros, Gerardo?" - le preguntó, con un tono amistoso. Gerardo se sorprendió.

"¿Pero no te da miedo que sea travieso?" - contestó, aún dudando.

"Solo te conoceremos un poco más. Si te portas bien, genial. Y si no, entonces tomaremos otra decisión. Pero, ¿te gustaría jugar?" - Lucas le sonrió.

Gerardo, emocionado, resolvió aceptar. Cuando llegó al partido, hizo un intento de ser bueno, pero no lo logró del todo.

Empezó a correr detrás de la pelota, pero en un descuido, terminó golpeando el balón con tanta fuerza que se fue volando hacia el árbol más cercano, donde quedó atascado.

"¡Ay no!" - gritó Gerardo.

"No te preocupes, yo te ayudo" - dijo Lucas, subiendo al árbol con agilidad.

Gerardo no podía creer lo que estaba pasando; alguien le estaba ayudando y no lo estaba juzgando. Lucas logró recuperar la pelota y un fuerte aplauso estalló entre los demás niños.

"¡Eso fue increíble! Gracias, Lucas" - dijo Gerardo, un poco avergonzado.

A partir de ese día, Gerardo prometió intentar comportarse mejor. Se dio cuenta de que la travesura no era la única manera de llamar la atención. Con el apoyo de sus nuevos amigos, comenzó a hacer cosas divertidas y creativas sin lastimar a nadie.

Organizaba juegos donde todos participaban, traía ideas nuevas para la clase y aprendió a pedir ayuda cuando no podía resolver algo solo.

Un día, su maestra propuso un concurso de arte. Gerardo tuvo una gran idea y decidió que quería participar en grupo, invitó a sus amigos a hacerlo con él.

"¡Chicos! Tengo una idea genial para el concurso!" - exclamó.

"¿Qué es?" - respondieron todos intrigados.

"Hagamos un mural de nuestros sueños, ¿quién se anima a ayudarme?" - Gerardo mostró su entusiasmo.

Así, todos se unieron, y juntos pintaron un mural lleno de colores brillante y dibujos de todo tipo.

Al final, el día del concurso llegó y el mural ganó el primer premio. Gerardo no solo se convirtió en el protagonista, también sus amigos estaban felices de haber trabajado junto a él.

"¡Esto es increíble! Gerardo, ¡sos el mejor!" - le dijo Lucas.

"No, somos un gran equipo" - respondió Gerardo, sonriendo.

Desde aquel día, Gerardo aprendió que las travesuras podían ser divertidas, pero que la verdadera alegría estaba en compartir momentos con los demás, en ser parte de un equipo, en inventar cosas creativas en amistad. Tanto que decidió hacer un pacto con sus amigos:

"Si en algún momento siento que me estoy portando mal, ¡tengo que decírselo a ustedes!" - exclamó lleno de energía.

Sus amigos aplaudieron, y así fue como Gerardo dejó de estar solo, encontrando a su lado a compañeros que lo cuidaban y lo apoyaban.

Desde ese día, la travesura de Gerardo se convirtió en risas y aventuras, llenando cada rincón de su vida con nuevos amigos y recuerdos inolvidables.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

FIN.

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