Gineto, el Olivo Sabio
Era el primer día de clases en el CEIP Maestro António Reyes Lara, un colegio muy especial en la localidad de Gines. Los alumnos estaban ansiosos y emocionados por reencuentros y nuevas amistades. Sin embargo, había algo más que hacía de este colegio un lugar único: su mascota, un olivo llamado Gineto.
Gineto era un olivo antiguo, con ramas que se extendían como brazos abiertos y hojas verdosas que brillaban al sol. Cada niño que pasaba por el patio del colegio lo acariciaba y le hacía promesas sobre lo que aprenderían ese año.
El timbre sonó y los alumnos, uno a uno, se disponían a entrar al aula. Marta, una nena de pelo rizado y ojos chispeantes, mirando a sus amigos, dijo:
"¿Creen que Gineto nos dirá algo hoy?".
"¡Claro! El año pasado nos contó un montón de cuentos. Además, siempre nos da buenos consejos", respondió Lucas, un niño de boina que adoraba la naturaleza.
La profesora Ana, que los esperaba en el aula, sonrió al ver la intriga de los niños. Al comenzar la clase, todos estaban en sintonía con la energía que Gineto emanaba. Pero algo diferente se sentía en el aire.
Durante la primera actividad, pensaron en dar un regalo a Gineto por ser su amigo. Entonces, decidieron escribirle cartas y dibujarle. Cada uno se sentó en el patio, a su lado, y empezó a crear en papel lo que sentían por el olivo.
Marta, con su hoja en blanco, escribió:
"Querido Gineto, me haces sentir feliz y tengo ganas de aprender a cuidar de la naturaleza, como tú. Como me gustaría que pudieras hablarme ".
Al tiempo que cada niño escribía, un viento suave empezó a moverse entre las ramas de Gineto. Al tocar las hojas, sonaban como un suave susurro. Todos se miraron sorprendidos. Fue entonces que, como si el olivo respondiera, dolía una imponente voz que dijo:
"¡Queridos amigos! No necesitan hablarme para que yo los escuche. La naturaleza tiene muchas historias que aprender y proteger".
Los niños se asustaron un poco, pero rápidamente la curiosidad se apoderó de ellos.
"¿Gineto? ¿Eres realmente tú?", preguntó Lucas.
"Sí, soy yo. Estoy aquí para ayudarles a comprender la importancia de cuidar nuestro entorno. Hoy, juntos, aprenderemos sobre la amistad y el respeto por la naturaleza".
"¡Queremos saber más!", gritaron al unísono todos los niños emocionados.
Gineto les contó historias de cómo los árboles ayudan al mundo a ser un lugar mejor, mencionando cómo cada hoja es un abrazo al viento y cómo sus raíces son importantes para beber del agua.
Pero en medio del relato, comenzó a contarles sobre la falta de respeto que algunas personas tenían por la naturaleza.
"Algunas veces, los humanos olvidan cuidar de nosotros. Tirando basura o cortando árboles sin pensar. Pero con cada acción, también reciben consecuencias. Deben recordar siempre el respeto".
Las palabras de Gineto resonaron en el corazón de los chicos. Se propusieron hacer un cambio en la escuela. Así, decidieron crear un club de ecología para aprender y enseñar a otros sobre cómo cuidar la naturaleza y su entorno.
"Vamos a dibujar carteles para mostrar a todos lo importante que es cuidar a nuestros amigos los árboles", sugirió Marta con entusiasmo.
"¡Y podemos organizar una limpieza en el patio!", agregó Lucas.
Gineto sonrió con sus ramas agitando las hojas.
"Me siento muy orgulloso de ustedes. Juntos, pueden hacer que la vida sea más hermosa. Aprendan de mí, y cuiden el mundo para que siempre haya un lugar para el amor, la amistad, y la naturaleza".
Desde ese día, los niños de CEIP Maestro António Reyes Lara no solo fueron al colegio a aprender matemáticas y ciencias, sino también a cuidar de su árbol amigo y de la naturaleza. Cada vez que regresaban a Gineto, le contaban historias de su día, hacían juegos y compartían nuevas ideas para hacer del mundo un lugar mejor.
Así fue como un olivo llamado Gineto demostró que, aunque no tenía forma humana, su sabiduría siempre florecía en cada corazón que tuvo el honor de tocar.
FIN.