Gladys y el Bosque Tala



Era un soleado día de primavera en el pequeño pueblo de Flora Verde. En la escuela primaria del lugar, la maestra Gladys había preparado una actividad especial para sus estudiantes. Les iba a contar sobre el maravilloso Bosque Tala, un lugar mágico lleno de árboles altísimos, flores de colores y animales que jugaban entre las ramas.

- “¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a aprender sobre el Bosque Tala, nuestro tesoro natural”, anunció Gladys, emocionada.

Los niños aplaudieron y comenzaron a preguntarle sobre los creatures que vivían allí.

- “¿Hay chanchitos de madera, maestra? ” preguntó Lucas, con una gran sonrisa.

- “¡No, Lucas! Pero sí hay mucha vida, como ciervos, aves y hasta un viejo búho llamado Don Tilo que ha estado ahí por generaciones”, respondió Gladys.

Los estudiantes, entusiasmados, decidieron que al día siguiente harían una excursión al bosque.

El siguiente día, la clase de Gladys se preparó con gorras, agua y muchas ganas de explorar. Al llegar al Bosque Tala, los niños quedaron maravillados.

- “¡Miren esos árboles gigantes! Son como los gigantes de los cuentos”, exclamó Sofía mientras señalaba hacia lo alto.

- “Y ¡miren esas flores! ¡Son tan brillantes! ” agregó Juan, corriendo hacia un arbusto lleno de flores amarillas.

Gladys comenzó a explicarles la importancia de cuidar el bosque.

- “Este lugar nos da aire limpio y es hogar de muchos animales. Pero necesitamos protegerlo”, dijo.

- “¿Cómo lo hacemos, maestra? ” preguntó Mateo con los ojos bien abiertos.

- “Cuidando la basura, no rompiendo ramas, y educando a otros sobre su belleza”, contestó Gladys.

Mientras exploraban, los chicos comenzaron a notar algunos pedacitos de plástico en el suelo.

- “¿Qué es eso? ¡Es feo y lo está dañando! ” dijo Ana, frunciendo el ceño.

- “Tenemos que limpiar esto”, dijo entusiasmado Lucas, mientras miraba a sus amigos.

Sin pensarlo, se pusieron a recoger la basura. Gladys los observó mientras las sonrisas volvían a aparecerles en sus rostros.

- “¡Son unos verdaderos guardianes del bosque! ”, exclamó.

Pero de repente, escucharon un pequeño llanto. Era un pajarito que había caído del nido.

- “¡Pobrecito! ¿Qué hacemos, maestra? ”, preguntó Sofía, preocupada.

- “Miramos a ver si hay un nido cerca. Si lo hay, lo ayudamos a volver”, dijo Gladys.

Tras buscar un poco, encontraron el nido en una rama cercana.

- “Lo puedo poner suavemente de vuelta”, se ofreció Mateo.

Con mucho cuidado, ayudaron al pajarito a regresar a su hogar. El pajarito piaba agradecido mientras la mamá ave se acercaba emocionada.

- “¡Lo hicimos, chicos! ”, gritaron juntos, llenos de alegría.

- “Esto me hace sentir bien”, dijo Juan.

Al finalizar la visita, Gladys les propuso algo especial.

- “¿Y si hacemos un club para cuidar el Bosque Tala? ”.

- “¡Sí! ”, gritaron todos al unísono.

Así, los niños fundaron el "Club de los Guardianes del Bosque Tala". Se comprometieron a volver cada mes, mantener limpio el lugar y contarles a otros sobre lo que habían aprendido.

Con el paso del tiempo, el club creció, y también el amor de la comunidad hacia el Bosque Tala. Más chicos comenzaron a sumarse, y gente mayor también se acercó a ayudar. El bosque volvió a florecer gracias a la dedicación de todos.

Gladys, feliz, miraba a sus estudiantes, quienes estaban aprendiendo no sólo sobre el natural, sino sobre el poder de la colaboración y el respeto.

- “Siempre que cuidamos nuestro entorno, creamos un lugar mejor para todos. ¡Sigan así, guardianes! ”, decía.

Y así, el Bosque Tala no solo se convirtió en un lugar de cuentos y aventuras, sino en un símbolo de esperanza y amor por la naturaleza. Los Guardianes del Bosque Tala demostraron que cada pequeño esfuerzo cuenta y que, juntos, pueden proteger lo que más aman.

Y colorín colorado, este bosque no se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!