Goticio y el misterio del agua desaparecida
Había una vez en un hermoso pueblo llamado Agualinda, donde los ríos fluían cristalinos y las cascadas bailaban al son del viento.
En este lugar vivían muchos animalitos felices y contentos, pero algo comenzó a preocuparlos: el agua estaba desapareciendo poco a poco. En medio de ese dilema se encontraba Goticio, una gotita de agua muy valiente y curiosa.
Goticio siempre había sido un aventurero y no podía quedarse con los brazos cruzados mientras sus amigos sufrían por la falta de agua. Así que decidió emprender un viaje para descubrir qué estaba pasando. Un día soleado, Goticio partió hacia la montaña más alta del pueblo, conocida como Cumbreagua.
Allí se encontró con una viejita sabia llamada Doña Rocieta, quien le contó que el problema se debía a que los habitantes del pueblo estaban malgastando el agua sin darse cuenta. -¡Ay querido Goticio! -dijo Doña Rocieta-.
La gente deja abiertas las canillas sin necesidad y no reparan las fugas en sus casas. Además, utilizan demasiada agua para regar sus jardines y lavar sus autos. Goticio quedó asombrado ante esta revelación y decidió buscar soluciones para ayudar a su pueblo.
Primero fue a visitar al señor Jardinero, quien tenía uno de los jardines más hermosos de Agualinda.
-Señor Jardinero -le dijo Goticio-, ¿sabe usted cuánta agua utiliza para regar su jardín? El señor Jardinero se rascó la cabeza y respondió: -La verdad, nunca lo había pensado. Solo abro la manguera y dejo que el agua fluya. Goticio le explicó al señor Jardinero sobre la importancia de utilizar solo la cantidad necesaria de agua para regar sus plantas.
Juntos instalaron un sistema de riego por goteo que ayudaba a ahorrar mucha agua. Después, Goticio fue a visitar a Doña Lavandera, quien siempre tenía su lavadero lleno de ropa sucia.
-Doña Lavandera -le dijo Goticio-, ¿sabe usted cuánta agua utiliza para lavar su ropa? Doña Lavandera se sorprendió por la pregunta y contestó: -Bueno, siempre lleno el lavadero hasta arriba sin importarme cuanta agua necesito. Goticio le mostró a Doña Lavandera cómo usar solo la cantidad necesaria de agua para lavar su ropa.
Además, juntos repararon una fuga en el grifo del lavadero que estaba desperdiciando muchísima agua. Poco a poco, Goticio fue enseñando a todos los habitantes de Agualinda sobre el valor del agua y cómo cuidarla.
Organizó charlas educativas en las escuelas y repartió volantes con consejos útiles sobre el uso responsable del líquido vital. El pueblo comenzó a cambiar gracias al esfuerzo de Goticio y sus amigos.
Las canillas ya no quedaban abiertas sin razón y las fugas eran reparadas rápidamente. La gente aprendió a utilizar cubetas en lugar de mangueras para regar sus jardines, e incluso comenzaron a reagarrar el agua de lluvia para utilizarla en sus tareas diarias.
Con el tiempo, los ríos volvieron a fluir cristalinos y las cascadas volvieron a bailar con alegría. Los animalitos estaban felices nuevamente, y Goticio se convirtió en un héroe muy querido por todos. Así, Agualinda se convirtió en un ejemplo para otros pueblos vecinos.
Todos aprendieron la lección de que "gota a gota el agua se agota" y que debemos cuidarla como si fuera vida misma, porque realmente lo es. Y colorín colorado, esta historia del valor del agua ha terminado.
Recuerda siempre cuidar este preciado recurso y enseñar a otros su importancia. ¡Adiós!
FIN.