Grýla y los niños buenos
Había una vez en un pequeño pueblo de Islandia, donde la nieve cubría todo como un suave manto blanco. En este pueblo, los niños esperaban ansiosos la llegada de la Navidad, pero había una historia que rondaba entre ellos: la leyenda de Grýla, una criatura que bajaba de las montañas para cazar a los niños malos.
Un día, mientras jugaban en la nieve, dos amigos, Lía y Tomás, escucharon a algunos mayores hablar sobre Grýla.
"¿Es cierto que se lleva a los niños no portados bien?" - preguntó Lía con algo de miedo en su voz.
"Dicen que sí, pero también que a los niños buenos les regala cosas", respondió Tomás, tratando de alentarla.
Decididos a no darle motivos a Grýla para que los encuentre, Lía y Tomás hicieron un pacto:
"Vamos a comportarnos muy bien desde hoy. No podemos permitir que Grýla se lleve a nuestros amigos" - propuso Tomás.
"Sí, seremos los mejores niños del pueblo" - dijo Lía.
Desde ese día, hicieron todo lo posible para ayudar a los demás. Ayudaron a los ancianos del pueblo cargando sus compras, compartían sus juguetes y, sobre todo, se cuidaban mutuamente. Cada noche, antes de dormir, se decían palabras de aliento.
Una noche, mientras se preparaban para dormir, Lía sintió que algo extraño estaba por suceder. "¿Te imaginas si Grýla llega esta Navidad? ¿Qué haríamos?" - cuestionó con un brillo de temor en sus ojos.
"Solo podemos ser buenos, eso es lo que importa" - respondió Tomás.
Así, la víspera de Navidad, Grýla comenzó a descender por la montaña. Su figura se dibujaba entre la niebla, con sus grandes pezuñas dejando huellas en la nieve. Los niños, que al principio estaban asustados, se unieron.
"No podemos dejarnos llevar por el miedo. ¡Vamos a demostrar que somos buenos!" - exclamó Lía.
"Sí, hagamos algo especial para Grýla" - sugirió Tomás.
Entonces, decidieron preparar una gran bandeja de galletas y leche.
"¿Qué tal si le escribimos una carta diciéndole que esperamos que no se lleve a nadie?" - propuso Lía.
"¡Genial! Así sabrá que somos niños buenos" - agregó Tomás.
Al llegar la medianoche, Grýla apareció. Los niños se asustaron al principio, pero en vez de huir, se quedaron firmes. Grýla observó la bandeja de galletas y la carta que decía: “Querida Grýla, somos niños buenos y esperamos que entiendas que todos podemos mejorar. Que tengas una feliz Navidad”.
Grýla, para sorpresa de todos, se detuvo y miró a los niños. Algo en su corazón comenzó a cambiar.
"No esperaba encontrarme con niños tan buenas personas. Tal vez no todos los niños son malos" - dijo Grýla, con una voz profunda pero no tan aterradora como imaginaban.
Los niños se sintieron valientes. Lía dio un paso adelante. "Si quieres, nos puedes acompañar a celebrar la Navidad con nosotros".
Grýla sintió algo que no había experimentado en siglos. La calidez de la bondad y la aceptación. "Está bien, me encantaría pasarlo con ustedes" - contestó, aún sorprendida por la reacción de los niños. Grýla se unió a la fiesta, y todos disfrutaron de un momento de alegría, música y risas.
Y así, cada año, Grýla visitaba el pueblo, no para cazar, sino para celebrar la Navidad con sus nuevos amigos. Lía y Tomás entendieron que la bondad siempre puede cambiar hasta a las criaturas más aterradoras, y que lo más importante es actuar con amor y generosidad, sin importar los miedos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.