Guada y sus Sueños de Fútbol y Danza
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía Guada, una niña de diez años con una sonrisa brillante y una energía inagotable. Desde muy temprana edad, Guada había descubierto que tenía dos grandes pasiones: el fútbol y la danza. Por las mañanas, corría detrás de una pelota con sus amigos en el parque, y por las tardes, se deslizaba en el escenario de su escuela de danza, donde las luces brillaban y su corazón latía al ritmo de la música.
Un día, mientras entrenaba con su equipo de fútbol, escuchó un comentario que la hizo reflexionar. "Chicas, para jugar al fútbol hay que ser fuertes y no distraerse. No se puede hacer danza y fútbol a la vez". Estas palabras la golpearon como un balonazo. ¿Acaso tenía que elegir entre sus dos pasiones?
Guada no podía aceptar eso. Después de la práctica, fue a hablar con su mejor amiga, Zoe.
"Zoe, ¿vos creés que tengo que elegir entre el fútbol y la danza?" le preguntó, un poco angustiada.
"¡Por supuesto que no!" respondió Zoe, entusiasmada. "Ambas cosas son hermosas y son parte de vos."
Con renovados ánimos, Guada decidió demostrar que se podía ser buen futbolista y bailarina. Comenzó a entrenar más fuerte en el fútbol, cada vez más segura de que podía encontrar un balance entre sus dos pasiones. Pero no fue fácil. Guada se cansaba, y a veces, tenía que sacrificar una práctica por otra.
Un día, mientras se preparaba para un torneo de fútbol, Guada se dio cuenta de que el mismo día tendría su presentación de danza. ¡Oh no!"¡No puedo creerlo!" exclamó al darse cuenta de que se había olvidado de la presentación.
"Puedo hacer ambas cosas", murmuró para sí misma. Entonces, decidió hacer un plan. Por la mañana, se despertó muy temprano para hacer un calentamiento de danza en su habitación.
Cuando llegó al torneo de fútbol, Guada estaba nerviosa, pero emocionada. En el primer partido, se lució haciendo un gol espectacular. El público aplaudía, y su equipo estaba orgulloso de ella. Pero, justo después del partido, miró la hora y se dio cuenta de que tenía que apurarse.
"¡Chicas! Debo irme, tengo mi presentación de danza en media hora", dijo mientras ataba sus zapatillas.
El equipo de fútbol se despidió de ella con abrazos y gritos de ánimo. Guada llegó corriendo al teatro y se cambió rápidamente. Cuando le tocó salir al escenario, el corazón le latía desbocado. Miró a su familia en la primera fila, y su mamá le sonrió dándole ánimos.
"¡Vamos Guada! ¡A brillar!" gritó su hermano.
Al escuchar eso, Guada respiró hondo y salió al escenario. Comenzó a bailar, y todo el cansancio desapareció. Se sentía libre, como si volara. Esa noche, recibió una ovación de pie.
Después de la presentación, su maestra de danza la abrazó y le dijo:
"Guada, ¡eres increíble! No te olvides de que puedes hacer lo que te propongas."
Al regresar a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, pensó en todo lo que había aprendido esa jornada.
"Tal vez no tengo que elegir entre el fútbol y la danza. Puedo ser la mejor en ambas cosas, con dedicación y pasión."
Desde ese día, Guada continuó entrenando y participando en torneos y presentaciones. A veces, la vida se ponía difícil y tenía que hacer malabares entre las prácticas, pero ella siempre encontraba una manera de seguir adelante. Su lema se convirtió en: "El esfuerzo y la pasión me permitirán brillar en todos mis sueños".
Años después, ya de adolescente, Guada se convirtió en una talentosa futbolista y bailarina, conocida en su barrio por su determinación y alegría. Enseñaba a otros chicos y chicas que podían seguir su camino, sin dejar que nadie les dijera que no podían hacer lo que amaban.
"Recuerden, chicos, ¡pueden ser lo que quieran!" les decía, inspirando a otros a que nunca dejen de perseguir sus sueños.
Y así, Guada siguió deleitando a todos con sus jugadas en el campo y sus mágicas danzas en el escenario, siempre recordando que los sueños pueden ser tan grandes como uno quiera, siempre y cuando haya pasión y dedicación.
FIN.