Guardianas de Abra Pampa
Un día soleado en el encantado pueblo de Abra Pampa, Joaquina, una niña valiente y curiosa, paseaba por la cordillera junto a su inseparable amiga, Nuna, una llama de pelaje suave y brillante. Mientras caminaban, notaron algo extraño en el aire. En el cielo, se vislumbraban grandes máquinas y camiones que se acercaban poco a poco.
"¿Qué será eso, Nuna?" - preguntó Joaquina, algo preocupada.
"No lo sé, Joaquina, pero no se ve bien. ¡Vamos a averiguarlo!" - respondió Nuna, moviendo su cola con determinación.
Al llegar a un claro, las dos amigas se encontraron con un grupo de pueblerinos que estaban discutiendo acaloradamente. Joaquina, llena de curiosidad, se acercó.
"¿Qué pasa, vecinos?" - preguntó con su voz dulce.
"Las empresas mineras quieren llevarse nuestra agua y tierra para sacar minerales. ¡No podemos dejar que destruyan nuestro hogar!" - gritó don Ramón, un anciano respetado del pueblo.
Joaquina miró a Nuna, y entendió que debían hacer algo.
"¡Debemos formar un grupo! ¡Un grupo para proteger nuestras tierras y agua!" - exclamó Joaquina, levantando su puño en señal de lucha.
"¡Sí! ¡Unámonos y defendamos nuestro hogar!" - animó Nuna, haciendo un ruido alegre.
Y así, Joaquina y Nuna comenzaron a organizar a los pueblerinos. Crearon carteles coloridos que decían: "¡Protejamos nuestra tierra!" y "¡El agua es vida!". Cualquier lugar donde podían, hablaban con los vecinos y animaban a todos a unirse.
Un día, organizaron una gran reunión en la plaza del pueblo. Todos estaban emocionados, y las voces se alzaron de esperanza.
"Queridos amigos, hoy estamos juntos para cuidar lo que más queremos. Nuestras tierras son un regalo y el agua es nuestro tesoro. ¡No dejemos que nadie nos lo quite!" - dijo Joaquina con valentía.
"¡Así es! ¡Debemos luchar!" - añadieron los pueblerinos.
Al día siguiente, mientras las máquinas seguían avanzando, Joaquina, Nuna y los pueblerinos decidieron hacer una protesta pacífica. Llevaban pancartas y gritaron juntos:
"¡Fuera las empresas mineras! ¡Protegamos Abra Pampa!" - resonó su voz en el aire.
Pero entonces, las máquinas pararon y un hombre de traje, el jefe de la empresa, se acercó.
"¿Qué están haciendo, niños? No pueden detenerme. Yo tengo el permiso de la ciudad para extraer minerales aquí." - dijo con arrogancia.
Los pueblerinos se miraron unos a otros, inseguros. Joaquina, apretando la mano de Nuna, dio un paso adelante.
"Este no es solo un terreno. Es nuestra casa, nuestra historia y nuestra agua. ¡No podemos permitir que lo destruyan!" - se atrevió a declarar.
"¡Sí! ¡No es solo dinero, es nuestra vida!" - gritaron los demás, alentados por las palabras de Joaquina.
El hombre se rió, pero en su interior, comenzó a sentir presión. Había algo especial en la unión y la fuerza de aquellos pueblerinos.
Cada día, Joaquina y Nuna organizaban actividades y recolectaban firmas. Las historias sobre la importancia del agua y la naturaleza comenzaron a llegar a otros pueblos cercanos, y pronto, la noticia del movimiento de Abra Pampa se extendió.
"¡Tenemos apoyo!" - anunciaba Joaquina mientras leía cartas de otros pueblos que querían ayudar.
"No están solos, ¡luchamos con ustedes!" - se leía en una de las cartas.
Con cada día que pasaba, la comunidad se hacía más fuerte y más unida, y desafiaron la autoridad de la empresa como nunca antes. Incluso organizaron un festival en la plaza, donde el canto y la danza celebraban la belleza de su naturaleza mientras recaudaban fondos para defensa legal.
Finalmente, después de semanas de protestas y apoyo, las empresas mineras se vieron abrumadas. En una reunión importante, cuando el jefe de la empresa estaba a punto de dar la orden para comenzar las excavaciones, se encontró rodeado de pueblerinos.
"Ustedes saben que lo que están haciendo es equivocado. ¡No se trata solo de negocios, se trata de la vida de nuestras familias y nuestro hogar!" - les dijo Joaquina.
El jefe de la empresa, al ver la determinación y la unidad de los pueblerinos, se detuvo. Después de un largo silencio, finalmente dijo:
"Los escucho. Retiraremos nuestras máquinas y no volveremos a molestar a Abra Pampa."
"¡Sí! ¡Lo logramos!" - gritó Nuna, saltando de felicidad.
El pueblo estalló en alegría. Joaquina y Nuna abrazaron a todos, celebrando su victoria y la protección de su hogar.
"¡Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de cuidar nuestra tierra!" - proclamó Joaquina, con una gran sonrisa.
"¡Esta es nuestra historia, y juntos escribiremos un futuro mejor!" - añadió Nuna, contenta y llena de energía.
Desde ese día, el pueblo de Abra Pampa se volvió más consciente de la importancia de cuidar la naturaleza y el agua. Todos aprendieron que, trabajando juntos, podían lograr cosas extraordinarias. Y así, Joaquina y Nuna se convirtieron en las guardianas del pueblo, enseñando a las nuevas generaciones la importancia de cuidar su hogar y su patrimonio.
"¡Viva Abra Pampa!" - gritaban todos desde sus corazones, sabiendo que la verdadera fuerza está en la unión y el amor por la tierra.
FIN.