Guardianas de la cueva del garro blanco



Aika y India eran dos perritas muy valientes que vivían en un pequeño pueblo rodeado de bosques misteriosos y montañas imponentes.

Siempre estaban listas para una nueva aventura, con sus mochilas llenas de provisiones y mucha curiosidad en sus ojos brillantes. Un día soleado, decidieron explorar una cueva que se rumoreaba estaba habitada por un garro blanco, un ser malvado que asustaba a todos los animales del lugar.

Aika y India no le temían a nada ni a nadie, así que se adentraron en la oscuridad de la cueva sin dudarlo. A medida que avanzaban por los túneles angostos, escucharon unos gruñidos amenazantes que provenían de lo más profundo.

Sin embargo, las intrépidas perritas continuaron su camino con determinación hasta llegar a una enorme sala iluminada por cristales brillantes incrustados en las paredes.

En el centro de la sala se encontraba el garro blanco, un oso enorme con los ojos rojos como brasas y garras afiladas como cuchillos. Emitía gruñidos feroces mientras las miraba fijamente, listo para atacar en cualquier momento. - ¡Oh no! ¡Es el garro blanco! -exclamó Aika con voz temblorosa pero firme.

- No tenemos miedo, estamos juntas y podemos enfrentarlo -respondió India con valentía. El garro blanco lanzó un rugido ensordecedor y se abalanzó sobre las perritas con intenciones malignas. Aika y India esquivaban ágilmente sus ataques, demostrando una coordinación increíble entre ellas.

Se movían al compás del otro, formando un equipo imbatible. Con astucia e ingenio, lograron acorralar al garro blanco contra una pared rocosa. Entonces, recordaron algo importante: la amistad siempre vence al mal.

Así que decidieron tenderle una trampa bondadosa en lugar de luchar con violencia. - Garro blanco -dijo Aika con calma-, sabemos que estás asustado y solo quieres proteger tu hogar. Pero no necesitas actuar así. Podemos ser amigos y ayudarte a encontrar paz en vez de sembrar miedo.

El garro blanco detuvo su ataque sorprendido por las palabras comprensivas de las perritas. Poco a poco bajó la guardia y sus ojos rojos se suavizaron al ver la sinceridad en los ojos de Aika e India.

Finalmente, el garro blanco les contó su historia: había sido expulsado de su antiguo hogar por otros animales crueles y desde entonces vivía solo y amargado en la cueva.

Aika e India comprendieron su dolor y decidieron ayudarlo a encontrar un nuevo lugar donde pudiera vivir feliz sin hacer daño a nadie. Juntos recorrieron el bosque hasta encontrar un hermoso claro donde el garro blanco pudo construirse una nueva guarida rodeada de amigos dispuestos a aceptarlo tal como era.

Desde ese día, todos vivieron en armonía gracias al poder transformador del amor y la comprensión.

Aika e India regresaron a su pueblo como heroínas aclamadas por haber derrotado al mal no con fuerza bruta sino con empatía y solidaridad hacia aquellos que más lo necesitaban.

FIN.

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