Guardianes del Bosque


Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en una pequeña casa en medio de un hermoso bosque. A Mateo le encantaba pasar su tiempo libre explorando la naturaleza y jugando con sus amigos imaginarios.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Mateo sintió una brisa suave que soplaba entre los árboles. Se detuvo a observar cómo las hojas bailaban al ritmo del viento y pensó: "Me gustaría poder volar como ellas".

En ese preciso momento, apareció El, un ser mágico vestido de verde y con alas transparentes. El le sonrió a Mateo y dijo: "Si quieres volar, solo tienes que creer en ti mismo".

Y así fue como El le otorgó a Mateo el poder de volar con la ayuda del viento. Emocionado por esta nueva habilidad, Mateo comenzó a levantar vuelo entre los árboles. Sentir el viento acariciando su rostro era una sensación maravillosa.

Mientras volaba, se dio cuenta de algo sorprendente: cada árbol tenía su propio espíritu y personalidad. El primer árbol al que se acercó era alto y fuerte. Tenía ramas extendidas hacia todos lados como si quisiera abrazar al mundo entero. "-Hola amigo árbol" -saludó Mateo-.

"-¿Cómo te llamas?". "-Soy Roble" -respondió el árbol-. "-Llevo muchos años aquí cuidando este bosque y protegiendo a todos los seres vivos que lo habitan". Mateo quedó impresionado por la sabiduría de Roble y siguió su vuelo.

Mientras exploraba, se encontró con un árbol pequeño y frágil, que parecía necesitar ayuda. "-Hola, ¿cómo te llamas?" -preguntó Mateo preocupado por el estado del árbol. "-Soy Sauce" -dijo el árbol con voz débil-.

"-Me siento triste porque no tengo suficiente luz solar para crecer fuerte". Mateo sintió compasión por Sauce y decidió ayudarlo. Utilizando sus poderes de volar, llevó al sol a la posición adecuada para que iluminara a Sauce durante todo el día.

Poco a poco, Sauce comenzó a crecer y ponerse más fuerte.

A medida que Mateo continuaba su viaje por el bosque, descubrió otros árboles con historias fascinantes: había uno llamado Cedro que era conocido por su aroma embriagador; otro llamado Álamo que siempre estaba lleno de pájaros cantando en sus ramas; e incluso un viejo Pino cuyas agujas eran tan afiladas como las espinas de un erizo.

Cada encuentro con los árboles le enseñaba algo nuevo a Mateo sobre la importancia de cuidar y respetar la naturaleza. Él comprendió que los árboles no solo proporcionaban sombra y oxígeno, sino que también eran hogar para muchos animales y seres vivos.

Un día, mientras volaba junto al río cercano al bosque, escuchó una voz dulce llorando desesperadamente. Se acercó rápidamente hacia donde provenía ese sonido y descubrió a una hermosa mariposa atrapada en una telaraña.

Mateo se apresuró a liberarla con cuidado y la mariposa, agradecida, le dijo: "-Gracias por salvarme. Ahora tienes mi amistad eterna". La mariposa llevó a Mateo hacia un lugar secreto del bosque donde se encontraba el Árbol de la Libertad.

Este árbol tenía ramas doradas que parecían tocar el cielo y sus hojas brillaban como estrellas en la noche. "-Aquí está el Árbol de la Libertad" -dijo la mariposa-. "-Es conocido por conceder deseos a aquellos que creen en sí mismos y luchan por lo que es correcto".

Mateo cerró los ojos, hizo su deseo más sincero y abrazó al Árbol de la Libertad con gratitud. Cuando abrió los ojos nuevamente, se dio cuenta de que había vuelto al suelo junto a su casa.

Desde ese día, Mateo nunca dejó de creer en sí mismo ni olvidó las enseñanzas valiosas que aprendió del viento, los árboles y la libertad. Creció convirtiéndose en un defensor incansable de la naturaleza y compartiendo su amor por ella con todos los demás niños.

Y así fue cómo Mateo inspiró a otros niños a volar alto como él, cuidando del medio ambiente y disfrutando de todo lo que nos ofrece el mundo natural.

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