Guardianes del Mar


En un soleado día de verano, Frida y su hermano León fueron a la playa para disfrutar del mar y la arena.

Mientras jugaban en la orilla, vieron a unos niños que intentaban atrapar una estrella de mar, un cangrejo, un erizo y una quisquilla en cubos. Frida se preocupó al ver esto y le dijo a León: "¡Tenemos que hacer algo! Esos animales no deben ser sacados de su hogar".

Juntos se acercaron a los otros niños y les explicaron amablemente por qué era importante dejar a los animales en el mar. "¿Por qué quieren llevarse a estos animalitos? Ellos también merecen ser libres", dijo Frida con determinación.

Los niños que tenían los cubos se detuvieron y escucharon atentamente las palabras de Frida. Comenzaron a darse cuenta de que lo que estaban haciendo estaba mal, así que decidieron devolver a los animales al agua.

La estrella de mar brillaba emocionada al sentir el agua nuevamente, el cangrejo corría velozmente hacia las rocas, el erizo se deslizaba lentamente entre las algas y la quisquilla nadaba felizmente. "¡Gracias por ayudarnos!", dijo la estrella de mar con gratitud.

Frida sonrió al ver a los animales regresar felices a su hogar natural. León también estaba contento de haber sido parte de esa buena acción. De repente, una gaviota hambrienta descendió sobre ellos intentando atrapar a la quisquilla.

Sin pensarlo dos veces, Frida extendió sus brazos para protegerla y asustar al ave. La gaviota voló asustada mientras la quisquilla se escondía entre las piedras. "¡Eso estuvo cerca! Gracias por salvarme", expresó la quisquilla temblando un poco.

Frida acarició su caparazón y le dijo: "Todos merecen vivir en paz y seguridad aquí en la playa". Después de esa experiencia emocionante, Frida y León siguieron explorando la costa juntos.

Encontraron almejas hermosas, observaron peces saltando en el agua cristalina e incluso construyeron un castillo de arena gigante. Al final del día, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte naranja, Frida miró hacia el mar con una sonrisa en su rostro.

Sabía que había hecho algo bueno ayudando a esos pequeños habitantes del océano. Y junto a su fiel compañero León, comprendió que cada ser vivo tiene derecho a vivir libremente en armonía con su entorno natural.

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