Guerreros de Zumbacón
En un barrio conocido por su magia y misterio, Zumbacón, un joven llamado Jesús se convirtió en el ninja más audaz y habilidoso que Córdoba había visto. Con su disfraz negro que se fundía con la noche y su máscara que ocultaba su rostro, Jesús se preparaba cada tarde para la próxima misión. Pero no estaba solo, su mejor amigo era un velocirraptor llamado Alexis, un dinosaurio curioso y valiente que siempre estaba listo para la acción.
Una noche, mientras exploraban los alrededores de Zumbacón, Jesús escuchó un ruido extraño.
"¿Escuchaste eso, Alexis?" -preguntó Jesús, afilando sus oídos.
"Sí, es como un crujido. Parece que algo no anda bien" -respondió Alexis, moviendo su cola con entusiasmo.
Decididos a investigar, los inseparables amigos se adentraron en un callejón oscuro. Allí, encontraron a un grupo de rufianes que estaban robando a un anciano que vendía dulces tradicionales.
"¡Deténganse!" -gritó Jesús, saltando ágilmente delante de los rufianes.
"¿Quién se cree este ninja?" -burló uno de los delincuentes, empujando a Jesús.
Sin dudarlo, Jesús se colocó en posición de combate, mientras Alexis se hacía grande para intimidar a los ladrones. Los rufianes, asustados por la apariencia del velocirraptor, comenzaron a reír.
"¡Qué gracioso! Un chico disfrazado y su... ¿mascota de juguete?" -se rieron.
Pero Jesús, con su astucia, ideó un plan. Ordenó a Alexis que se escondiera detrás de una esquina y lanzara una pequeña piedra mientras él distraía a los delincuentes.
"¡Miren! ¡Una sombra! ” -gritó Jesús, moviéndose rápidamente hacia un lado. Los rufianes, intrigados, se giraron justo a tiempo para ver una imagen borrosa de Alexis moverse rápidamente hacia el callejón.
En ese instante, Alexis lanzó la piedra, haciendo ruido en el otro extremo del callejón. Los ladrones, completamente desorientados, se dieron vuelta.
"¡Vamos! Ahora es nuestro turno" -susurró Jesús, y juntos corrieron hacia los rufianes, sorprendidos y confundidos.
Con movimientos rápidos como el viento, Jesús desarmó a los delincuentes, mientras Alexis se lanzaba con maestría entre ellos, asustándolos con su feroz rugido.
"¡Váyanse de Zumbacón! ¡Nunca más vuelvan!" -gritó Jesús, haciendo un gesto que intimida a los maleantes. Los rufianes, atemorizados, salieron corriendo, dejando atrás las bolsas llenas de dulces y arrepentidos por haber intentado robar al anciano.
"¡Lo hicimos!" -exclamó Jesús, con una gran sonrisa.
"¡Claro que sí! ¡Juntos somos invencibles!" -respondió Alexis, mientras movía su cola con felicidad.
El anciano, agradecido, les ofreció un delicioso dulce como recompensa.
"Este es el símbolo de la amistad y el valor. Ustedes han salvado esta noche" -dijo el anciano, entregándoles los dulces.
"¡Qué rico! Pero lo mejor son los compañeros que tengo" -dijo Jesús, abrazando a Alexis.
Desde aquel día, Jesús y Alexis se convirtieron en los protectores de Zumbacón. Cada noche, continuaron explorando, ayudando a quienes lo necesitaban y enfrentando cualquier mal que amenazara su hogar. Aprendieron que la verdadera fortaleza no solo provenía de la destreza y la valentía, sino también de la amistad y la unidad.
Así, los cuentos de sus hazañas se extendieron, convirtiéndose en leyendas locales, recordando a todos que cuando se trabaja en equipo y se apoya a los demás, absolutamente nada es imposible.
FIN.