Guille, el valiente aventurero
Era un día soleado en Buenos Aires, y Guille, un nene de ocho años lleno de energía y curiosidad, decidió que era el momento perfecto para salir a explorar su barrio. Con su scooter azul y un sombrero de explorador en su cabeza, se sintió listo para la aventura.
"¡Mamá, salgo a jugar!" - gritó Guille mientras bajaba las escaleras.
Su mamá asintió desde la cocina, sonriendo.
"¡Cuídate y no te alejes mucho!" - respondió.
Guille salió entusiasmadísimo a la calle. Recorrió las veredas mirando cada rincón, saludando a los vecinos, y riendo con sus amigos. El sonido de los autos y colectivos lo envolvía, pero él no tenía miedo porque estaba demasiado emocionado.
Sin embargo, en su afán por mostrarle a sus amigos un nuevo truco en su scooter, Guille no se dio cuenta de que se había acercado peligrosamente a la avenida. En un instante perdió el equilibrio y ¡PUM!
Cayó al suelo justo en medio del tráfico.
"¡Guille!" - gritaron sus amigos, horrorizados al verlo caer.
Los autos y colectivos frenaron en seco. Guille se quedó paralizado, mirando cómo un colectivo enorme, que parecía venir volando, estaba a apenas unos metros de él.
"¡Ay no!" - pensó Guille, sintiendo su corazón latir con fuerza.
Pero en ese instante, un valiente conductor del colectivo, el señor Javier, vio la situación de peligro y decidió actuar rápidamente. Tiró de la bocina y se detuvo, mientras otros vehículos también frenaban.
El señor Javier bajó del colectivo y corrió hacia Guille.
"¿Estás bien, nene?" - preguntó preocupado mientras ayudaba a Guille a levantarse.
"No, tengo miedo" - dijo Guille, todavía temblando.
"Es normal tener miedo, pero lo importante es que estás a salvo" - le sonrió el señor Javier. - “Accidentes así pueden pasar, pero debemos ser cuidados. Siempre hay que mirar a los costados antes de cruzar.”
Guille asintió, comprendiendo que tenía que aprender sobre la seguridad en la calle. Los amigos de Guille se acercaron, preocupados.
"¿Estás bien, Guille?" - preguntó Juani, su mejor amigo.
"Sí, pero ahora entiendo lo importante que es cuidar donde juego" - respondió Guille, sintiéndose un poco más valiente.
El señor Javier, notando que Guille estaba un poco más tranquilo, tenía una idea.
"Chicos, ¿les gustaría dar una vuelta en el colectivo?" - propuso al ver sus caritas asustadas.
Los ojos de Guille se iluminaban.
"¿En serio? ¿Podemos?" - preguntó emocionado.
"¡Claro! Pero primero debemos ponernos el cinturón y seguir las reglas del tránsito. La aventura sigue, pero siempre con cuidado" - dijo el señor Javier.
Así fue como Guille y sus amigos subieron al colectivo, disfrutando del viaje mientras el conductor les contaba historias sobre la ciudad. Guille miró por la ventana y se dio cuenta de lo hermosa que era su ciudad, con sus calles, edificios, y árboles. Aprendió que la aventura no solo era divertirse, sino también ser responsable.
Cuando regresaron, Guille se despidió de su nuevo amigo.
"Gracias, señor Javier. Prometo tener más cuidado la próxima vez" - dijo mientras se bajaba del colectivo.
"Esa es la actitud, Guille. Recuerda que siempre se puede aprender de lo que nos pasa.¡Hasta la próxima!" - le respondió el señor Javier con una sonrisa.
De vuelta en casa, Guille le contó a su mamá todo lo que había sucedido, desde su caída hasta el emocionante paseo en colectivo.
"Puedo aprender y seguir divirtiéndome al mismo tiempo, ¿verdad?" - le preguntó Guille, convencido.
"¡Exactamente, hijo!" - contestó su mamá mientras lo abrazaba. "Lo más importante es que aprendamos a cuidarnos y a cuidar a los demás. Así podemos seguir disfrutando de nuestras aventuras."
Desde aquel día, Guille se convirtió en un pequeño embajador de la seguridad en su barrio, compartiendo su experiencia con otros niños y recordándoles la importancia de mirar a ambos lados antes de cruzar la calle. Y así, cada aventura que vivió a partir de entonces estuvo llena de responsabilidad, valentía y sobre todo, muchas risas.
FIN.