Guillermo y sus amigas



Era un soleado lunes por la mañana y Guillermo, un niño de 8 años, estaba muy emocionado por ir a la escuela. Le encantaba aprender cosas nuevas y compartir aventuras con sus amigos. En su salón de clases, había dos compañeras especiales: Flor, que tenía problemas de visión, y Claudia, que era sorda.

Flor era una niña muy curiosa. Aunque no podía ver, su mente siempre estaba activa, explorando el mundo a través de los sonidos y las texturas. Claudia, por su parte, era muy hábil en la lengua de señas y podía leer los labios, lo que la ayudaba a comunicarse con los demás.

Una vez en clase, la maestra había preparado una sorpresa. "Hoy vamos a hacer un concurso de preguntas sobre la selva" - Dijo la maestra.

Guillermo se emocionó, pero a la vez le preocupaba que sus amigas pudieran tener dificultades. Decidió ayudar. "Chicas, ¿les gustaría que formáramos un equipo?" - Propuso alegremente.

"¡Sí!" - Exclamó Claudia mientras hacía signos con sus manos.

"Claro, Guillermo, eso sería divertido" - Respondió Flor con una sonrisa, sintiendo la energía de su amigo.

A medida que avanzaba el concurso, Flor sorprendió a todos con su asombroso conocimiento sobre los animales de la selva. "¡Los leones son sociales porque viven en manadas!" - Dijo, mientras Claudia asentía y traducía a los demás.

Los tres estaban muy concentrados. Pero pronto, llegó una pregunta muy difícil sobre los ríos de la selva. La profesora miró a la clase. "¿Quién sabe qué río es el más largo de la selva amazónica?"

Guillermo se sintió un poco nervioso, porque no estaba seguro. Entonces, Flor tocó su brazo. "Guillermo, recuerda lo que hablamos en la biblioteca ayer. ¿Qué río mencionamos?"

"¡El río Amazonas!" - Dijo Guillermo, recordando la conversación.

Todos aplaudieron y Claudia, con su mejor expresión, hizo un gesto que significaba —"ganamos" . A medida que pasaba el tiempo, el equipo de Guillermo iba acumulando puntos. Sin embargo, llegó un momento en el que la maestra hizo una pregunta que dejó a todos pensativos.

"¿Cuál es el animal más grande de la selva?"

Y entonces, Claudia hizo una seña rápida. "¡Yo sé!"

Claudia relató, usando sus habilidades. "Es la ballena jorobada, pero vive en el océano, no en la selva. ¡Pero todo el mundo la adora!"

Todos se rieron, incluso la maestra. "Buen apunte, Claudia. ¡Pero vamos a enfocarnos en la selva!"

Al final del día, a pesar de que no habían ganado el concurso, todos se sintieron triunfadores. "Me divertí muchísimo con ustedes" - Dijo Guillermo mientras caminaban hacia la salida.

"Yo también, ¡me encanta jugar en equipo!" - Afirmó Flor.

"A mí me encanta hacer señas con vos, Claudia. ¡Fue genial!" - Dijo Guillermo.

De repente, Claudia intercambió miradas con Flor y luego miraron a Guillermo. "¡Hagamos un juego nuevo!" - Propuso Claudia, con entusiasmo.

"¿Qué tipo de juego?" - Preguntó Guillermo, curioso.

"Podemos inventar historia sobre aventuras en la selva, ¡donde somos los héroes!" - Dijo Flor con una sonrisa radiante.

Así, esos tres amigos decidieron aprovechar su creatividad y lanzarse a imaginar historias en la selva, llenas de criaturas mágicas y desafíos emocionantes. Cada uno aportaría su estilo, Flor describiendo cronológicamente lo que escuchaba, Claudia celebrando lo que iba pasando con movimientos de manos, y Guillermo guiando la trama.

Al final del día, Guillermo se dio cuenta de que la verdadera riqueza de la amistad reside en la comprensión y el respeto por las diferencias de cada uno. Y así, juntos, aprendieron una valiosa lección: todos podemos ser distintos, pero eso es lo que hace cada aventura única y emocionante. Desde entonces, ya nada se les resistiría en clase, ni en sus juegos, ni en el mundo que crearían juntos mientras jugaban y reían en sus recreos.

"¡A la selva!" - Gritaron al unísono cuando empezaron su primer cuento, sonriendo y disfrutando de la increíble amistad que habían construido.

Y así, cada día se convirtió en una nueva aventura llena de aprendizaje, risas y amor.

FIN.

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