Hacia la Luna



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un niño llamado Lucas. Era un nene flaquito, con piel pálida y unos ojitos brillantes que siempre estaban llenos de curiosidad. Desde chiquito, soñaba con un futuro en el espacio, inspirado por las estrellas y los misterios del universo.

Una noche, mientras miraba por la ventana de su habitación, Lucas vio una luna llena y brillante. "Algún día voy a viajar allí," -se prometió a sí mismo. Pero Lucas no tenía mucho dinero. Su mamá trabajaba largas horas en una tienda de ropa, y su papá había encontrado trabajo en una fábrica. A menudo, Lucas escuchaba a otros niños burlándose de sus sueños.

"El espacio es para los ricos, Lucas,"- le decían con risas. Pero él no se desanimó. Comenzó a leer libros sobre astronomía y a ver documentales sobre astronautas. Cada página lo acercaba un poco más a su sueño.

Un día, en la escuela, la maestra anunció un concurso de ciencias. El proyecto debía ser sobre una invención relacionada con el espacio. Lucas pensó que era la oportunidad perfecta para mostrar su pasión. Se puso a trabajar con fervor, creando un modelo simple de un cohete que podía ser lanzado.

"¿Qué estás haciendo, Lucas?" -le preguntó su amigo Javier, riéndose."No vas a ganar, ¿no ves que hay chicos con mejores materiales?"

"Eso no importa, Javier. Lo que importa es la idea. Y yo tengo una grande." -respondió Lucas, decidido.

El día de la exposición, todos los compañeros llevaron sus proyectos con materiales coloridos y sofisticados, pero Lucas también hizo algo especial. Preparó una presentación sobre los astronautas y los beneficios de explorar el espacio para la humanidad.

La maestra pudo ver cuánto le apasionaba el tema y, sorprendentemente, Lucas ganó el primer premio del concurso.

"¡Felicidades, Lucas!" -exclamó su madre, abrazándolo emocionada. "Estoy tan orgullosa de vos."

A raíz de su éxito, Lucas recibió una beca para asistir a talleres de ciencia en un centro de estudios que ofrecía actividades enriquecedoras. Allí, conoció a más amigos con sueños similares.

"Quiero ser ingeniero aeroespacial" -le dijo a su nuevo amigo, Sofía. "Y algún día seré astronauta en la NASA."

"¡Eso suena increíble!" -exclamó Sofía. "Contame más sobre cómo lo vas a lograr."

Lucas se llenó de entusiasmo y comenzó a compartir su plan. Decidió que se inscribiría en la universidad y buscaría más becas. Con perseverancia, Lucas llegó a estudiar ingeniería aeroespacial. Pasó horas en la biblioteca y en el laboratorio, creando modelos, realizando experimentos y explorando cada rincón del mundo del espacio.

Con el tiempo, se dio cuenta de que su camino no sería fácil. Había días en los que se sentía abrumado y pensaba en darse por vencido. Pero siempre recordaba su promesa a la luna.

Un día, mientras trabajaba en un proyecto importante, su profesor le dijo:

"Lucas, tu trabajo es impresionante. Tienes un futuro brillante por delante si sigues así. Quizás deberías postularte para ser pasante en la NASA."

"¿Yo?" -preguntó Lucas, con una mezcla de emoción y timidez. "¿De verdad creen que puedo?"

"¡Por supuesto! Tu pasión y dedicación son evidencia suficiente. No dejes que nadie te diga lo contrario."

Con esos ánimos, Lucas se animó a postularse. Pasaron semanas y, un día, recibió una carta: ¡había sido seleccionado! Su corazón latía con fuerza.

"¡Lo logré!" -gritó de alegría, abrazando a su mamá. "Voy a ser pasante en la NASA. Voy a trabajar con astronautas de verdad."

Pasaron los meses, y Lucas, ahora un joven, se convirtió en un ingeniero aeroespacial reconocido. Junto a su equipo, diseñaron un nuevo cohete. En un día soleado, recibió la noticia más increíble de su vida: había sido elegido para una misión espacial a la luna.

"Tuve un sueño desde que era muy chico, y hoy se está haciendo real!" -dijo Lucas, visiblemente emocionado, mientras se preparaba para abordar la nave.

Cuando llegó el momento, con su traje espacial brillando y sus sueños a punto de hacerse realidad, miró hacia la luna, sonriendo. "¡Lo logré, mamá!" -exclamó mientras se elevaba en su cohete, dejando atrás la Tierra y acercándose a la luna.

Y así, Lucas cumplió su sueño y se convirtió en un astronauta reconocido en la NASA. Aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si se trabaja duro y se tiene fe en uno mismo. Así, inspiró a otros niños a seguir sus propias pasiones, sin importar cuán imposibles parecieran.

Y cada vez que miraba a la luna, recordaba de dónde venía y sabía que todo era posible si uno realmente lo deseaba.

FIN.

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