Hansel y Gretel y el Jardín de Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Río Amarillo, dos hermanos llamados Hansel y Gretel. Ambos tenían solo 5 años y compartían su vida en una choza humilde con su padre, un trabajador albañil muy esforzado, y su madrastra, que a menudo se mostraba exigente con ellos. Aunque la vida en la choza era dura y carecían de muchos recursos, Hansel y Gretel siempre encontraban maneras de disfrutar de su niñez.

Una mañana, decidieron salir a explorar el bosque que rodeaba su casa. El sol brillaba alto en el cielo y los pájaros cantaban dulces melodías. Al correr entre los árboles, se toparon con un sendero que nunca antes habían visto.

"¿Dónde crees que lleva este camino, Gretel?" - preguntó Hansel con curiosidad.

"No lo sé, pero debemos averiguarlo" - respondió Gretel, emocionada.

Mientras seguían el sendero, se dieron cuenta de que estaban alejándose de casa. Después de un rato, llegaron a un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. En el centro había un gran árbol con una puerta tallada en su tronco.

"¡Mirá, Hansel!" - exclamó Gretel.

"¿Te atreverías a entrar?" - cuestionó Hansel, un poco asustado.

"¡Sí! Tal vez encontremos tesoros o algo mágico" - insistió Gretel.

Ambos se miraron y, con un nudo en el estómago, empujaron la puerta. Para su sorpresa, el interior del árbol estaba lleno de luz y calor. Había un pequeño espíritu travieso llamado Lúculo que los saludó.

"Bienvenidos, pequeños exploradores. Este es el Jardín de Sueños. Aquí las flores no solo decoran, también dan vida a lo que más desean los corazones" - explicó Lúculo.

"¿De verdad?" - preguntó Hansel, con los ojos bien abiertos.

"Sí, pero deben tener cuidado. Cada deseo tiene un precio. ¿Qué desean?" - preguntó el espíritu.

Gretel, emocionada, dijo:

"¡Deseamos tener suficiente comida y juguetes para jugar!"

Lúculo sonrió, pero su mirada se tornó seria.

"Recuerden, no todo lo que brilla es oro. Pueden tener todo lo que pidan, pero deben prometer nunca olvidarse de ayudar a los demás. Cuando les comparten su alegría, su deseo crecerá más".

Los hermanos miraron entre sí y asintieron.

"Prometemos que si tenemos más, también ayudaremos a otros" - dijo Hansel.

"Sí, nos gustaría que todos en nuestra casa fueran felices" - agregó Gretel.

Lúculo agitó sus manos y empezó a crear un espectáculo de luces. Una lluvia de caramelos y juguetes comenzó a caer del cielo, llenando su jardín.

"Es maravilloso, Gretel!" - gritó Hansel, recogiendo los caramelos.

"¡Es como un sueño hecho realidad!" - sonrió ella.

Sin embargo, mientras jugaban, notaron que una nube oscura comenzó a cubrir el cielo.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Gretel, un poco asustada.

Lúculo se acercó rápidamente,

"Si no ayudan pronto a aquellos que lo necesitan, el jardín perderá su magia. Los deseos se convertirán en sombras".

"¿Qué podemos hacer?" - preguntó Hansel.

"Cada deseo es un regalo. Vayan a casa y compartan todo lo que recibieron con su padre y madrastra. Eso traerá paz y felicidad al jardín".

Los hermanos se miraron ansiosos, pero también decididos.

"Lo haremos, Lúculo!" - respondieron en coro.

Tomaron caramelos y juguetes, despidiéndose del jardín y prometiendo regresar. Cuando llegaron a su casa, su padre y madrastra los miraron boquiabiertos.

"¿De dónde sacaron todo esto?" - preguntó su padre, sorprendido.

"Lo encontramos en un jardín mágico y trajimos para ustedes!" - dijo Gretel entusiasmada.

Al ver la felicidad en los rostros de su familia, los corazones de Hansel y Gretel se llenaron de alegría. Luego compartieron con sus vecinos, llevando la magia y los deseos del jardín a todos.

Con el tiempo, el amor y las sonrisas llenaron su hogar, y el Jardín de Sueños floreció aún más. Desde entonces, los hermanos aprendieron que compartir no solo multiplicaba su felicidad, sino que también ayudaba a encender la magia en el corazón de los demás.

Y así, cada vez que los días se volvían difíciles, recordaban su promesa a Lúculo y volvían al jardín, donde siempre había un nuevo deseo por cumplir, siempre compartiendo y ayudando a quienes los rodeaban.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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