Harald y la bruja malvada



Había una vez en un lejano reino, un pequeño pueblo donde todos los habitantes vivían felices y en armonía.

Sin embargo, un día llegó una bruja malvada llamada Grizelda, que con su piel amarilla y su risa siniestra, sembró el miedo y la tristeza entre los aldeanos. Grizelda lanzaba hechizos para convertir todo a su paso en piedra, incluyendo los campos de cultivo y los hogares de la gente.

Esto provocó que la vida en el pueblo se tornara gris y desoladora. Los habitantes estaban desesperados, pero nadie sabía cómo detener a la bruja malvada. En medio de esa desesperación, apareció Harald, un valiente niño de cabellos dorados y ojos centelleantes.

A pesar de su corta edad, Harald decidió enfrentar a la bruja y devolver la alegría al pueblo. "No podemos permitir que Grizelda destruya nuestro hogar", exclamó Harald con determinación. Con valentía, partió en busca de la bruja, recorriendo bosques oscuros y montañas escarpadas.

Finalmente, llegó al castillo de Grizelda, donde esta lo desafió con su mirada cruel. "¿Qué hace un niño como tú aquí, molestando a una bruja poderosa como yo?", dijo Grizelda con voz burlona.

Pero Harald no titubeó y con palabras llenas de amor y compasión, le recordó a Grizelda la belleza que yacía en su interior, enterrada bajo capas de maldad y resentimiento.

Con cada palabra de Harald, la piel de Grizelda comenzó a tornarse de un suave tono rosado, mientras que su risa siniestra se transformaba en risa alegre. Al fin, la bruja malvada se dio cuenta del daño que había causado y, arrepentida, deshizo todos sus hechizos, devolviendo la vida y el color al pueblo.

Los aldeanos recibieron a Grizelda con los brazos abiertos y, gracias a la valentía y el amor de Harald, el reino volvió a florecer más que nunca.

FIN.

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