Harry y el Hechizo Maldito
En un pequeño pueblo llamado Hambrolandia, la gente estaba sufriendo porque no tenían suficiente comida para comer. Las cosechas habían fallado y cada día el desánimo crecía entre los habitantes. El alcalde, Alfred, estaba muy preocupado y decidió convocar a una reunión.
"¡Vecinos, necesitamos encontrar una solución ya!" - dijo Alfred, agitando los brazos enérgicamente. "No podemos seguir así, todos nos estamos debilitando."
El pueblo murmullaba, sus rostros reflejaban la desesperación. En medio de la multitud, un joven llamado Harry, un hechicero que era más conocido por su vagancia que por sus habilidades mágicas, se sentía con un poco de esperanza. Aunque no le gustaba leer, pensaba que tal vez un hechizo podría ayudar.
"Si aprendo un hechizo poderoso, podré traer comida al pueblo, ¡espanabá!" - pensó Harry mientras se recostaba contra un árbol.
Así que, decidió buscar el libro mágico que había escuchado que estaba en la biblioteca del pueblo. Pero como no le gustaba leer, solo hojeó algunas páginas hasta que encontró un hechizo que parecía interesante. Sin embargo, no le prestó atención a las instrucciones detalladas.
"Esto es fácil, ¡será pan y vino!" - exclamó con entusiasmo mientras sacaba su varita mágica.
Con un movimiento rápido, recitó lo que pensaba que era el hechizo correcto y, de repente, el aire se llenó de humo y luces. Pero en vez de panes y vino, del aire comenzaron a caer enormes cantidades de espinas y espantosos pepinos, creando un espectáculo muy extraño.
"¡No, no, no!" - gritó Harry, al ver cómo los pepinos llenaban la plaza.
Los habitantes se asustaron y comenzaron a correr mientras los pepinos rodaban por el suelo.
"¡Ay, Harry! ¿Qué has hecho?" - preguntó Erdy, el recadero del pueblo, que llegó corriendo.
"No era lo que planeaba... Solo quería ayudar..." - respondió Harry, con una mezcla de frustración y pena.
El caos se apoderó de Hambrolandia y, desesperados, los ciudadanos fueron a buscar a Alfred para encontrar una solución.
"Querido Harry, este hechizo está causando más problemas de los que resuelve. Necesitamos un plan de acción. Quizás si usaras un poco más de la sabiduría de los libros..." - sugirió Alfred.
Harry, sintiéndose culpable y avergonzado, decidió que debía hacer algo. Recordó que los libros tenían respuestas. Así que, después de un día caótico, se dirigió nuevamente a la biblioteca. Con un poco de esfuerzo y mucha concentración, se sentó a leer sobre hechizos y cómo realizar buenas invocaciones.
Al finalizar la tarde, ya con un mejor conocimiento de lo que necesitaba, encontró un hechizo olvidado que prometía abundancia y felicidad.
"¡Esto sí funcionará!" - dijo emocionado. "¡Voy a hacerlo bien esta vez!"
Regresó al centro del pueblo y junto a Alfred y Erdy, realizó el hechizo correctamente, haciendo que cayeran deliciosos panes, frutas y verduras frescas en la plaza. Todos comenzaron a aplaudir y saltar de alegría al ver la comida.
"¡Lo lograste, Harry!" - gritó Erdy, mientras llenaba su cesta. "Felicidades, amigo, has demostrado que no sólo la magia, sino el conocimiento, también te puede ayudar."
Harry sonrió, sintiéndose satisfecho. "Me he dado cuenta de que leer es importante. El conocimiento me ayudó a resolver este problema, y sin él, habría fallado nuevamente."
El pueblo festejó con un gran banquete, y Harry se comprometió a leer cada día para convertirse en un mejor hechicero y ayudar a su comunidad.
A partir de ese entonces, no solo Harry se volvió un gran mago, sino que también inspiró a todos a valorar la lectura y el conocimiento. Así, Hambrolandia aprendió que a veces, la solución está en las páginas de un libro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.