Héctor y el Secreto del Susurro
Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Héctor. Héctor era un niño lleno de energía y siempre hablaba muy fuerte. Le encantaba contar chistes y jugar, pero su forma de hablar a veces resultaba un poco molesta para los demás.
Un día, mientras jugaba en el parque, escuchó a su amiga Sofía.
"Héctor, ¿podés hablar un poco más bajo?" - le dijo ella, mientras trataba de concentrarse en su rompecabezas.
"¡Pero si así me escuchan mejor!" - contestó Héctor, levantando la voz sin darse cuenta de que distraía a todos.
Frustrada, Sofía decidió pedirle ayuda a una anciana del pueblo, la señora Lola, que todos decían que sabía mucho sobre la vida. Sofía corrió a su casa y le explicó lo que pasaba.
"La verdad, señora Lola, es que quiero que Héctor sea un poco más tranquilo. A veces me cuesta concentrarme cuando habla tan alto.
La señora Lola sonrió y dijo:
"Entiendo, querida. Voy a contarte un secreto. Si él aprendiera a escuchar los susurros del viento, quizás aprenda a hablar con más suavidad.
Sofía se emocionó y volvió al parque para buscar a Héctor.
"¡Héctor! ¡Tenés que venir! La señora Lola me dijo que si escuchás el viento, podrías aprender a hablar más bajo.
Héctor, intrigado, decidió seguir a Sofía hasta la casa de la anciana. Al llegar, la señora Lola los recibió con una sonrisa.
"Necesito que cada uno de ustedes escuche atentamente. Cerrad los ojos y sintonizad con lo que les rodea.
Los dos niños hicieron lo que la anciana decía. Después de un rato, la señora Lola les dijo:
"¿Pueden oír el susurro del viento entre los árboles? Esa es la voz de la naturaleza. Si aprenden a escuchar, también aprenderán a hablar con calma.
"Pero, ¿cómo hacemos eso?" - preguntó Héctor, curioso.
"Practiquen en casa. Hablen en voz baja cuando estén solos. Cuando estén juntos en el parque, intenten compartir historias con susurros.
Ambos niños decidieron intentarlo. Durante la semana, cada vez que se encontraban, practicaban hablar en voces suaves.
"Héctor, contame sobre tu juego favorito, pero murmullando.
"Está bien, Sofía. Entonces, resulta que en el juego yo soy un valiente caballero y..." - Héctor comenzó a hablar bajito, y para su sorpresa, se sintió más calmado.
Una mañana, los niños decidieron organizar un picnic en el parque y estaban emocionados de invitar a toda su clase. Cuando llegaron todos, Héctor dio un paso al frente:
"Bueno, amigos, bienvenidos al picnic de Sofía y Héctor. Espero que todos estén listos para jugar y..." - entonces, recordó lo que había aprendido y continuó "...también para disfrutar tranquilos del día.
Al oír su voz más suave, los compañeros comenzaron a prestarle atención. Todos se sentaron alrededor de la manta, escuchando a Héctor contar historias con un nuevo tono.
De repente, un fuerte viento sopló y llevó consigo la manta del picnic. Todos se sobresaltaron.
"¡Perdimos la comida!" - gritó uno de los compañeros.
Sin embargo, Héctor, recordando el susurro del viento, se rió y dijo:
"No se preocupen. Si escuchamos al viento, tal vez nos traiga algo de vuelta.
Los niños empezaron a reírse y a observar el viento soplar. La tranquilidad se apoderó del lugar y juntos miraron cómo los árboles se movían gracias a la brisa.
Esa fue la primera vez que Héctor entendió el poder de hablar en voz baja. No solo logró que sus amigos lo escucharan, sino también que lo disfrutaran.
Desde entonces, Héctor no solo habló más suavemente, sino que también se convirtió en un gran escucha. Y, aunque seguía siendo un niño lleno de energía, había descubierto un nuevo superpoder: el poder de compartir su voz en susurros.
Así, en el pueblo, aprendieron que a veces, los secretos y las historias más mágicas se cuentan en los susurros del viento.
FIN.