Helados de Coco bajo el Sol
Había una vez, en las hermosas playas de Ecuador Esmeralda, una niña llamada Carmen. Carmen era afroecuatoriana y tenía una sonrisa tan brillante como el sol que iluminaba la playa todos los días.
Lo que más le gustaba hacer era vender sus deliciosos helados de coco a los turistas que disfrutaban del mar y la arena.
Un día, mientras caminaba por la playa con su carrito de helados, se encontró con un grupo de niños jugando en la orilla. Se acercó a ellos y les ofreció probar uno de sus helados. Los niños aceptaron encantados y pronto estaban disfrutando del refrescante sabor del coco bajo el cálido sol.
"¡Está buenísimo este helado! ¿Cómo haces para que quede tan rico?" preguntó uno de los niños. Carmen sonrió y les contó que el secreto estaba en usar cocos frescos y mucho amor al prepararlos.
Los niños quedaron impresionados y le pidieron a Carmen que les enseñara a hacer helados como ella. "Claro que sí, chicos. Mañana los espero aquí temprano para enseñarles todo lo que sé", respondió Carmen emocionada. Al día siguiente, los niños llegaron puntuales a la cita con Carmen.
Juntos recogieron cocos frescos de las palmeras cercanas y comenzaron a preparar los helados siguiendo las instrucciones de Carmen. Los niños se divertían mezclando los ingredientes y aprendiendo cada paso del proceso.
Mientras trabajaban, un fuerte viento empezó a soplar anunciando la llegada de una tormenta. Todos se apuraron por reagarrar sus cosas antes de que empezara a llover, pero el carrito de helados quedó desprotegido en medio de la playa.
"¡Oh no! ¡Mis preciosos helados van a derretirse con esta lluvia!" exclamó Carmen preocupada. Los niños miraron hacia el cielo oscurecido por las nubes negras y luego a Carmen con determinación en sus ojos. "Tranquila, Carmen. ¡Vamos a ayudarte a salvar tus helados!" dijeron al unísono.
Rápidamente, los niños formaron una cadena humana desde el carrito hasta un pequeño refugio cercano para protegerlo de la lluvia. Trabajaron juntos bajo la lluvia torrencial moviendo rápidamente cada helado hasta estar seguros debajo del techo improvisado.
Después de unos minutos intensos, lograron rescatar todos los helados sin perder ninguno gracias al trabajo en equipo y la solidaridad mostrada por los niños hacia Carmen.
"¡Gracias chicos! No podría haberlo hecho sin su ayuda", dijo Carmen emocionada mientras abrazaba a cada uno de ellos. Los niños sonrieron orgullosos sabiendo que habían salvado no solo los ricos helados de Coco sino también habían demostrado ser amigos fieles cuando alguien lo necesitaba.
Desde ese día, Carmen supo que tenía amigos verdaderos en esos pequeños grandes corazones infantiles dispuestos siempre ayudarse mutuamente. Y así, entre risas y abrazos bajo el sol radiante volvieron al trabajo juntos fortaleciendo su amistad cada día más.
Y colorín colorado este cuento ha terminado pero nuestra amistad sigue creciendo sin parar.
FIN.