Helena y el Mercado de Golosinas
En un pequeño barrio de Buenos Aires, había una plaza muy especial llamada Plaza de las Risas. En la plaza, todos los días se reunían niños de diferentes edades para jugar, reír y compartir. En una esquina de esta plaza, había un colorido puesto de golosinas regentado por una dulce señora llamada Helena.
Helena era conocida por sus deliciosas golosinas y su increíble capacidad para contar historias. Cada vez que los niños se acercaban a su puesto, la plaza se llenaba de risas y alegría.
Un soleado día, un grupo de niños se reunió en la plaza, ansiosos por comprar algunas golosinas. Entre ellos estaba Tomás, un niño muy curioso con una imaginación desbordante. Se acercó al puesto de Helena con su grupo de amigos: Lucia, Eugenio y Sofía.
"¡Hola, Helena!" - saludó Tomás, emocionado. "¿Qué golosinas tenés hoy?"
"¡Hola, mis queridos! Tengo caramelos de todos los colores, gomitas, y también unas chocolatinas recién hechas que son el sueño de cualquier goloso" - contestó Helena, mostrando su colorido mostrador.
Los niños miraban con los ojos brillantes, pero notaron que todos los precios eran un poco más altos que de costumbre.
"¿Por qué están tan caros, Helena?" - preguntó Eugenio, con el ceño fruncido.
"Oh, queridos, es que este mes tengo que hacer una donación a la Fundación de los Pequeños Sonrisas, que ayuda a chicos que no tienen juguetes ni golosinas para disfrutar." - explicó Helena con una sonrisa.
"¡Eso es muy bonito!" - dijo Sofía "Pero ¿cómo vamos a hacer para comprar algo?".
Helena pensó por un momento y tuvo una idea brillante.
"¿Quieren ayudarme?" - preguntó Helena, con los ojos brillantes de entusiasmo.
"¿Ayudar? ¿Cómo?" - preguntó Lucia, intrigada.
"Podríamos organizar una feria de golosinas y juegos aquí en la plaza! Ustedes traerían sus mejores ideas y nosotros venderemos las golosinas a un precio más accesible. Lo recaudado iría a la fundación y los niñitos podrían disfrutar de un día especial. ¿Qué les parece?".
Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar la propuesta.
"¡Genial!" - gritaron todos a la vez.
En los días siguientes, Helena y los niños trabajaron arduamente. Prepararon carteles coloridos, organizaron juegos como el tira y afloja, la carrera de tres patas y hasta uno de adivinanzas. La plaza se transformó en un lugar mágico lleno de risas y diversión.
El día de la feria llegó y la plaza se llenó de niños y familias ansiosas por disfrutar. Se organizó un gran desfile donde cada niño mostró su mejor disfraz, y al final, todos estaban contentos y listos para jugar.
Los juegos fueron un éxito, y la venta de golosinas también. Al finalizar el evento, Helena y los niños contaron lo recaudado. Al ver las sonrisas de los niños que recibirían la ayuda, todos se sintieron realizados.
"¡Lo logramos!" - exclamó Tomás.
"¡Sí! ¡Y lo hicimos juntos!" - dijo Sofía entusiasmada.
Helena, con sus ojos llenos de felicidad, les dijo:
"Ustedes han hecho algo maravilloso. No sólo han ayudado a esos niños, también aprendieron que cuando unimos fuerzas podemos lograr cosas increíbles."
Desde ese día, la plaza no sólo se llenó de risas y disfrute, sino que también unió corazones y talentos. Los niños aprendieron que ayudar a los demás les traía una alegría inmensa.
Cada vez que se reunían en Plaza de las Risas, recordaban aquella feria y pensaban en nuevas formas de hacer sonreír a otros, llevando sus inolvidables historias y golosinas a cada rincón de su barrio. Y así, Helena se convirtió en la madre de todos los dulces y los mejores amigos de aquellos niños que descubrieron lo mágico que es compartir y ayudar a los demás.
FIN.