Helena y el misterioso museo



Era un día soleado y el colegio de Helena había organizado una excursión al Museo de Arte Fantástico, un lugar lleno de pinturas que parecían cobrar vida. Helena, una niña tímida con una gran imaginación, estaba emocionada, ya que amaba los cuentos de personajes mágicos y fantásticos. Se preparó con su mochila, que llevaba un cuaderno y lápices de colores, lista para inspirarse.

Cuando llegaron al museo, sus ojos brillaban ante las espléndidas obras de arte. El profesor, el Señor Martínez, les dijo:

"Chicos, por favor, mantengan el grupo unido y no se separen, ¿entendido?"

Helena asintió, demasiada tímida para alzar la voz. Mientras recorrían las salas, su compañera Valentina, una niña extrovertida y siempre lista para la aventura, la animó:

"Vamos, Helena, mirá esa pintura de la hada del lago. Se parece tanto a los personajes de tus cuentos!"

Helena sonrió, un poco más segura, mientras se acercaban a la pintura que mostraba a una hada elegantemente vestida, rodeada de flores y magia.

Pero en ese instante, Lucas, un compañero curioso y algo travieso, decidió estirarse para mirar una pintura en el rincón más alejado. Sin que nadie lo notara, se desvió un poco, siguiendo su propia curiosidad. De repente, dio un paso atrás, resbaló y, sin querer, se alejó del grupo.

"¿Lucas?" - llamó Valentina, pero no hubo respuesta.

El grupo continuó su recorrido por el museo, ajenos a que Lucas estaba desapareciendo en la profundidad de las pinturas.

Cuando el grupo se reunió en la siguiente sala, el Señor Martínez se dio cuenta de que faltaba alguien.

"¿Alguien ha visto a Lucas?" - preguntó, un poco preocupado.

"No, lo vi hace un rato cerca de la pintura de la selva" - dijo Valentina.

Helena sintió un pequeño cosquilleo en su corazón. Aunque era tímida, no podía dejar que su compañero se perdiera. Tomó una decisión valiente:

"Yo puedo buscarlo, sé por dónde estuvo"

El profesor la miró, un poco sorprendido, pero asintió:

"Está bien, Helena. Ve con cuidado y llámame si lo encuentras."

Con determinación, Helena salió del grupo y comenzó a buscar a Lucas. Caminó por pasillos angostos, su corazón latía fuerte, pero se acordó de los cuentos cargados de valentía que tanto amaba. Ella quería ser una heroína por un día.

Al recorrer la espectacular sala de la pintura de la selva, vio algo moverse entre las sombras. Se acercó y, para su sorpresa, encontró a Lucas mirando una pintura que representaba a un enorme dragón volador, con escamas que brillaban como el oro bajo la luz del museo.

"¡Lucas!" - exclamó Helena.

"¡Helena! Estaba tratando de atrapar a ese dragón con la mirada. ¡Es impresionante!"

Helena sonrió, aliviada de que estuviera bien, pero al mismo tiempo, sintió que ese dragón podía perderse entre las luces del museo.

"Debemos volver al grupo antes de que se preocupen por nosotros. ¡Vamos!"

Ambos se apuraron hacia la salida de la sala. Mientras caminaban, Lucas comentó:

"¡Ay! no sabía que perderse podía ser tan divertido, pero creo que no debería volver a hacerlo..."

"Sí, es mejor no separarse. Hay muchas cosas interesantes, pero siempre es más divertido compartirlas con amigos" - dijo Helena, sintiéndose más segura.

Finalmente, regresaron con el grupo justo cuando el profesor estaba a punto de entrar en pánico.

"¡Lucas! ¡Helena! ¡Qué bien que los encontré!"

Los compañeros aplaudieron, felices de que sus amigos estuvieran juntos de nuevo. Helena sintió un gran orgullo en su pecho.

Al finalizar la excursión, mientras todos regresaban al colectivo, Valentina se acercó a Helena.

"Fue muy valiente lo que hiciste, ni se te nota que sos tímida. ¡Eras como una heroína de los cuentos!"

Helena sonrió, porque había aprendido que, aunque a veces se sintiera pequeña y tímida, todo lo que había en su interior la hacía capaz de grandes cosas. Y así, con nuevas historias que contar, subieron al colectivo, listas para relatar todo lo vivido, soñando con más aventuras por venir.

FIN.

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