Helena y el Poder de las Palabras



En un pequeño pueblo donde los días se llenaban de risas y aventuras, vivía una niña llamada Helena. Tenía siete años y estaba siempre conectada a su querido aparato de respiración asistida, que la ayudaba a sentirse fuerte y segura. Aunque Helena tenía que tomar descansos más a menudo que sus compañeros de clase, su sonrisa iluminaba cualquier lugar al que iba.

Era un día soleado y la maestra Ana había planeado una clase especial en el patio. "Vamos a aprender sobre los animales y sus hábitats", anunció con emoción. Helena estaba ansiosa por participar.

Cuando llegó su turno de hablar sobre su animal favorito, un pequeño pez llamado Glub, se sintió un poco nerviosa.

"Me encanta Glub porque es muy colorido y nada muy rápido en el agua..." comenzó, pero a medida que intentaba seguir, se cansó.

"Oye, Helena, ¿estás bien?", preguntó su amigo Tomi, quien siempre estaba a su lado.

"Sí, solo... necesito un momento para respirar..." respondió con una pequeña sonrisa.

Los demás niños comenzaron a murmurar y a mirar a Helena con curiosidad. Ella sintió que todos los ojos estaban sobre ella. A pesar de sentirse agotada, decidió seguir adelante. Se tomó un pequeño descanso, hizo una pausa y comenzó de nuevo.

"Glub vive en el océano. Tiene un hermoso color azul y siempre está buscando aventuras. Un día, se encontró con un delfín que lo llevó a explorar un arrecife de coral..." añadió, intentando mantener la voz firme.

Pero de nuevo, sus fuerzas flaquearon y la maestra Ana la ayudó diciendo:

"Tomi, ¿te gustaría ayudar a Helena?"

"¡Claro!" respondió Tomi entusiasmado.

Juntos, continuaron la historia. Tomi decía palabras mientras Helena hacía gestos con su mano, complementando la narrativa.

"...y el delfín le mostró a Glub que en el arrecife había un tesoro escondido", dijo Tomi. Helena movió sus manitos, como si estuviera mostrando el brillo del tesoro.

Pronto todos los niños estaban inmersos en la historia, riendo y animando a los dos. Después de unos minutos, Helena sintió que había renovado su energía.

"¡Pero el tesoro no era oro ni joyas!", exclamó emocionada.

"¿Qué era entonces?", preguntó Ana, intrigada.

"Era un mapa hacia un paraíso lleno de amigos nuevos, ¡y Glub decidió que quería compartir su aventura!"

La clase estalló en aplausos.

"Helena, eres increíble", dijo Julia, otra compañera.

"No, todo fue gracias a Tomi y ustedes que me animaron", contestó con humildad.

Así, la clase terminó siendo una gran historia compartida.

Pero eso no fue todo. Días después, Helena tuvo una idea brillante.

"voy a organizar un concurso de cuentos donde cada uno pueda contar su historia, como lo hicimos en clase", anunció un lunes mientras el campanario sonaba.

Los niños se emocionaron. Pronto, cada uno escribió un cuento en casa y, al llegar el gran día, el aula se llenó de risas y narraciones. Algunos niños usaron imágenes, otros hicieron títeres.

Helena fue la última en contar su historia. Se tomó su tiempo.

"...y en la aventura de Glub, los amigos aprendieron que lo más valioso no era el tesoro físico, sino la amistad y el compartir", dijo, su voz sonando clara y llena de entusiasmo. La maestra Ana la miraba con orgullo, y cada niño estaba fascinado.

Al finalizar la actividad, Helena sintió un gran alivio y felicidad. Aunque algunos la ayudaron a contar su historia, ella no se sintió menos por ello. Había aprendido que con apoyo y amistad, las palabras pueden volar alto, con o sin cansancio.

"Cada uno tiene su manera de brillar", reflexionó Helena en voz baja.

Desde ese día, ella y Tomi se convirtieron en los mejores narradores del salón, y Helena encontró una manera única de hacerse entender. No sólo por sus palabras, sino también compartiendo la magia de contar historias en equipo.

Así, Helena aprendió que las palabras, por más que a veces canse decirlas, siempre podían ser una aventura cuando se compartían con amigos. Y que en cada historia, por larga o corta que sea, siempre hay un rincón especial para los héroes que, aunque pequeños, logran grandes cosas.

Y así, el pequeño pueblo siguió lleno de risas, cuentos y palabras mágicas que nunca se cansan de volar.

FIN.

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