Helena y La Cueva del Tesoro



Helena era una niña muy inteligente y curiosa. Le encantaba aprender cosas nuevas y explorar el mundo que la rodeaba. Pero había algo que la asustaba más que cualquier otra cosa: la oscuridad.

Cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, Helena se metía en su cama y cerraba los ojos con fuerza, tratando de ignorar las sombras que se movían en su habitación.

A pesar de que sus padres le aseguraban que no había nada malo en la oscuridad, ella no podía evitar sentir miedo. Un día, mientras jugaba con su muñeca favorita en el jardín, Helena escuchó a sus padres hablar sobre un viaje a un lugar mágico llamado "La Cueva del Tesoro".

Según ellos, era un lugar lleno de maravillas y aventuras emocionantes. "¡Yo quiero ir!" -exclamó Helena emocionada-. "Pero hay un problema" -dijo su madre-.

"La cueva es muy oscura y tendrás que enfrentarte a tus miedos para poder disfrutarla". Helena estaba decidida a superar su temor a la oscuridad para poder vivir esta aventura increíble junto a sus padres. Así que comenzó a prepararse para el viaje.

Primero, habló con sus amigos del colegio sobre cómo ellos hacían para vencer el miedo a lo desconocido. Luego, le pidió ayuda a sus padres para hacer ejercicios de relajación antes de dormir.

Finalmente, comenzó a practicar meditación visualizando lugares felices y seguros cada vez que sentía miedo por la noche. Poco a poco, Helena comenzó a sentirse más segura en la oscuridad.

Ya no cerraba los ojos con fuerza cuando se acostaba en su cama, sino que miraba al techo y respiraba profundo para relajarse. Finalmente llegó el día del viaje a la Cueva del Tesoro. Helena estaba nerviosa pero emocionada por lo que iba a vivir.

Cuando entraron en la cueva, ella apretó fuerte la mano de su padre y comenzó a caminar despacio, tratando de controlar su respiración. De repente, apareció una luz brillante que iluminó toda la cueva. Era un tesoro increíble lleno de joyas y objetos preciosos.

Helena quedó maravillada ante tanta belleza y se olvidó completamente de su miedo. "¡Esto es increíble!" -dijo Helena sonriendo-. "Ya no tengo miedo". Desde ese día, Helena nunca volvió a tener miedo de la oscuridad.

Había aprendido que enfrentar nuestros temores nos hace más fuertes y nos permite disfrutar al máximo las aventuras que nos esperan en el camino.

FIN.

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