Helena y la Fiesta de los Gatos Bailarines
Helena era una niña muy traviesa, llena de energía y curiosidad. Le encantaban los gatos y podía pasar horas observando cómo se movían con gracia y agilidad. Además, le apasionaba bailar. Cada vez que escuchaba música, su cuerpo comenzó a moverse al ritmo, como si tuviera un pequeño tambor en su corazón.
Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, Helena se encontró con un grupo de gatos que se acomodaban bajo un árbol. Había un lindo gato atigrado, una gata blanca con ojos azules, y un pequeño gato negro con un collar brillante.
"¡Hola, gatitos! Pero, ¿qué hacen aquí tan solitos?" - preguntó Helena, acercándose.
Los gatos la miraron con curiosidad. La gata blanca fue la primera en hablar:
"¡Hola! Estamos esperando a que comience la gran Fiesta de los Gatos Bailarines. Es un evento muy especial donde todos los gatos de la ciudad vienen a bailar y mostrar sus mejores movimientos."
Helena se emocionó al escuchar sobre la fiesta. Sin dudarlo, dijo:
"¡Yo quiero ser parte de eso! ¡Puedo enseñarles a bailar!"
Los gatos se miraron entre sí, sorprendidos.
"¿Tú? ¿Puedes enseñarnos a bailar?" - dijo el gato negro.
"¡Claro! Pero me gustaría que también me enseñen algunos de sus pasos especiales" - respondió Helena, haciendo una pirueta en el aire.
Así comenzó la amistad entre Helena y los gatos. Todos los días después de la escuela, se reunían en el jardín y bailaban juntos. Helena les mostraba sus saltos y giros, mientras que ellos le enseñaban movimientos sigilosos y elegantes que sólo los gatos conocen. Sin embargo, había un problema: Helena era tan traviesa que a veces se distraía y empezaba a hacer travesuras, asustando a los gatos con sus saltos inesperados.
Un día, mientras practicaban, Helena tuvo una idea. Había escuchado a su abuela hablar de una Encuentro de Talentos en la plaza del pueblo, y decidió que debía inscribir a los gatos.
"¡Chicos! ¿Qué les parece si nos inscribimos en el Encuentro de Talentos y mostramos a todos lo que sabemos hacer?" - exclamó emocionada.
Los gatos se pusieron nerviosos.
"No sé si podamos hacerlo..." - dijo el gato atigrado.
"¡Vamos! Solo necesitamos practicar un poco más. Y prometo no hacer travesuras esta vez," - afirmó Helena, dándoles un guiño.
Practicaron todos los días, y aunque a veces Helena no podía contener su energía, los gatos le ayudaron a enfocarse y encontrar ritmos en sus movimientos. Finalmente, llegó el gran día del Encuentro de Talentos. La plaza estaba llena de gente, y Helena comenzó a sentir un cosquilleo en el estómago.
"Estoy tan nerviosa…" - le confesó a los gatos.
"Nosotros también, pero debemos recordar que nosotros estamos juntos y eso es lo que importa" - sostuvo el gato negro, alentando a su amiga.
Cuando llegó su turno, Helena respiró hondo y subió al escenario junto con sus nuevos amigos felinos. La música comenzó a sonar, y juntos bailaron. Helena hizo sus saltos y giros, mientras que los gatos mostraron su elegante y sigiloso baile. La combinación fue mágica. Todo el público aplaudía emocionado y sonreía, disfrutando del espectáculo.
Cuando el baile terminó, el aplauso fue ensordecedor. Helena y los gatos sonrieron y se abrazaron. Habían superado su miedo y se habían divertido un montón. Al final, no ganaron el primer premio, pero recibieron un aplauso especial del público por su valentía y creatividad.
"¡Lo logramos!" - gritó Helena.
"¡Sí! ¡Bailar juntos fue lo mejor!" - respondió la gata blanca, llena de alegría.
Desde ese día, Helena siguió bailando y aprendiendo cosas nuevas sobre los gatos, fomentando la amistad y el trabajo en equipo. Aprendió que la diversión es mucho más importante que ganar y que siempre se puede superar el miedo cuando se cuenta con amigos.
Y así, Helena, la niña traviesa que amaba bailar y los gatos, demostró que con valentía y trabajo en equipo, se pueden alcanzar los sueños y disfrutar del camino.
FIN.