Hermanas del Corazón
En un pequeño y colorido barrio de Buenos Aires, vivía Sonia, una niña de ocho años que era la consentida de sus padres. Siempre había sido la única hija, hasta que un día, su vida dio un giro inesperado. Su mamá le contó que iban a tener una nueva hermanita, Lidia.
- '¿¿Qué? ? ¡No puede ser! ¡Y yo que pensaba que era la única!', exclamó Sonia, sintiendo que su mundo se venía abajo. La noticia la llenó de celos e incertidumbre. A medida que pasaban los días, sus sentimientos se transformaron en un frío vacío hacia la recién nacida.
Cuando Lidia llegó al mundo, Sonia mantenía su distancia. Cada vez que sus padres le prestaban atención a la pequeña, Sonia se cruzaba de brazos.
- '¡Ella no puede ser mejor que yo!', pensaba.
Sin embargo, con el tiempo, la vida demostró que no podían vivir la una sin la otra. Mientras Lidia crecía, también lo hacía su relación con Sonia, aunque un tanto torcida por los resentimientos. A Sonia le encantaba bailar y compartir sus trucos de magia, mientras que Lidia prefería pintar y leer libros de aventuras. Eran muy distintas, pero a menudo se encontraban en sus diferencias.
Una tarde, mientras estaban en el jardín, Lidia se acercó con un dibujo en la mano.
- 'Mirá, Sonia. Te dibujé de magia, y vos vuela como en tus trucos. ¿Te gusta?', dijo Lidia con una sonrisa. Sonia miró el dibujo y, por un momento, se sintió tocada.
- 'Es hermoso… pero en realidad, no sé si quiero compartir mi magia contigo', contestó Sonia, aunque su corazón latía más fuerte, sintiendo que quería conectarse.
Los años pasaron, y esa distancia de un vacío partió más que el espacio. Sin embargo, el amor de hermanas floreció en sus corazones. Se dieron cuenta de que complementaban sus mundos. Juntas creaban obras de arte e historias que nunca habrían imaginado. Eran las dos caras de la misma moneda.
Cuando Lidia creció y se convirtió en una brillante mujer, decidió que era hora de dar otro gran paso en su vida: el matrimonio. Un día, con el corazón palpitante, se acercó a Sonia.
- '¡Sonia! Quiero que seas mi dama de honor en la boda. ¿Aceptarías?', preguntó con ojos brillantes.
Sonia sintió una mezcla de alegría y nerviosismo.
- 'Pero... ¿no creés que soy muy diferente a vos para ser tu dama de honor?', cuestionó Sonia.
- '¡Justamente por eso! Porque somos diferentes, quiero que seas parte de uno de los días más especiales de mi vida. Siempre estuviste a mi lado, incluso cuando nos hacíamos el vacío. Sin vos, no sería la misma', le respondió Lidia.
Una lágrima de felicidad se asomó por el rostro de Sonia.
- '¡Claro que sí, hermana! Siempre estaré a tu lado, para lo que necesites', sonrió Sonia, finalmente sintiendo cómo ese vacío se llenaba de amor y complicidad.
El día de la boda fue mágico. Ambas hermanas brillaron con luz propia, cada una en su estilo: Sonia, moviendo su varita mágica y Lidia, deslumbrando con su vestido de novia. La celebración pudo verse como un reflejo de su unión, donde las diferencias se convirtieron en la fuerza que las unió para siempre.
Al final de la boda, se miraron a los ojos.
- 'Podemos ser diferentes, pero siempre seremos inseparables, hermanas del corazón', dijo Sonia, tomando la mano de Lidia.
- '¡Sí! Y que nunca más haya vacíos entre nosotras', contestó Lidia, sonriendo ampliamente. Y así, las dos aprendieron que el amor entre hermanas puede superar cualquier obstáculo, llenando vacíos con risas y sueños compartidos.
FIN.