Hermanas Especiales



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanas llamadas Juana y Lucía. Juana tenía 18 años y Lucía apenas 12.

Pero lo curioso de esta historia es que Juana vivía como un bebé y creía que su hermana menor era su mamá. Desde muy pequeña, Juana había tenido dificultades para desarrollarse adecuadamente. Sus padres, preocupados por su bienestar, decidieron tratarla como si fuera un bebé para protegerla.

Así fue como Juana comenzó a usar pañales nuevamente y dormir en una cuna. Lucía, la valiente hermana menor, se tomó la tarea de cuidar a Juana con mucho amor y dedicación. Ella aprendió cómo cambiar los pañales, darle biberón y cargarla cuando lloraba.

Aunque no entendía del todo por qué su hermana mayor actuaba como un bebé, sabía que debía estar ahí para ella.

Un día soleado, mientras paseaban por el parque cercano a su casa, Lucía notó algo diferente en el comportamiento de Juana. La vio mirando con tristeza a otros niños jugando y corriendo libremente. "¿Qué te pasa, Juanita? ¿Por qué estás tan triste?", preguntó Lucía con preocupación. Juana suspiró profundamente antes de responder: "Lu...

yo quiero ser como ellos". Lucía quedó sorprendida ante las palabras de su hermana mayor pero decidió escuchar atentamente lo que tenía que decirle. "Pero Juanita", dijo Lucía cariñosamente "Tú eres especial tal como eres.

No necesitas ser igual a los demás para ser feliz". Juana miró a su hermana con ojos llenos de dudas. Lucía sabía que tenía que encontrar una manera de ayudarla a comprender.

Decidió llevarla al parque todos los días y le enseñó cómo gatear y dar pequeños pasitos. Juana, emocionada por aprender algo nuevo, comenzó a practicar con entusiasmo. Poco a poco, Juana fue ganando confianza en sí misma y descubrió todo lo que era capaz de hacer.

Aprendió a caminar, correr y jugar como cualquier niña de su edad. Un día, mientras jugaban en el parque, Juana tropezó y cayó al suelo. Lucía corrió hacia ella preocupada pero se sorprendió al ver que no lloraba como solía hacerlo cuando era un bebé.

"¡Lu! ¡Mira! ¡No me lastimé!", exclamó Juana con una sonrisa radiante en su rostro. Lucía se sintió inmensamente orgullosa de su hermana mayor. Habían superado juntas muchas dificultades y ahora podían disfrutar plenamente de la vida.

A partir de ese momento, Juana dejó atrás su papel de bebé y se convirtió en una joven valiente y llena de sueños por cumplir.

Siempre recordaría aquellos momentos especiales junto a Lucía, quien siempre estaría allí para apoyarla en cada paso del camino. Esta historia nos enseña la importancia del amor incondicional entre hermanos, así como la determinación para superar cualquier obstáculo que se presente en nuestra vida.

Cada uno es especial a su manera y merece ser amado y respetado tal como es.

FIN.

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