Hermanos de Villa Esperanza


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos hermanitos llamados Andre y Andres. Eran inseparables, siempre estaban juntos y se querían con todo su corazón.

Andre era la mayor, siempre cuidando de su hermanito Andres como si fuera su tesoro más preciado. Un día, mientras jugaban en el parque, Andres tropezó y rompió su juguete favorito. Comenzó a llorar desconsoladamente.

Andre, viendo a su hermano triste, se acercó rápidamente y le dijo: "No te preocupes, hermanito. Yo te ayudaré a arreglarlo". Y así lo hizo, con paciencia y dedicación lograron reparar el juguete roto. Desde ese momento, Andre prometió estar siempre ahí para ayudar a Andres en todo lo que necesitara.

Y es que esa era la magia de su amor fraternal: cuando uno flaqueaba, el otro estaba allí para levantarlo. La mamá de los niños, Graciela, siempre los miraba con orgullo.

Eran educados y respetuosos no solo entre ellos sino también con todos a su alrededor. Siempre saludaban con una sonrisa y un gesto amable. Con el paso del tiempo, Andre descubrió su pasión por enseñar.

Le encantaba compartir conocimientos y ver cómo sus alumnos aprendían y crecían cada día. Por eso decidió convertirse en maestra. Por otro lado, Andres aún no sabía qué quería ser cuando fuera grande.

Le gustaban muchas cosas: los animales, la naturaleza e incluso soñaba con ser astronauta algún día. Pero sabía que sea lo que sea que decidiera hacer en el futuro, contaría con el apoyo incondicional de su hermana Andre.

Así transcurrieron los años en Villa Esperanza, entre risas, juegos y mucha complicidad entre estos dos hermanitos tan especiales. Y aunque el destino aún guardaba sorpresas para ellos, una cosa era segura: juntos podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara en la vida.

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