Herminia, la manicurista y maestra de corazón
Había una vez en el Polígono de la Paz, en Vistabella, Murcia, una niña llamada Herminia.
Desde pequeña tenía grandes sueños: quería ser manicurista para hacer que las manos de todas las personas brillaran como estrellas, o maestra para enseñar a los niños todo lo que sabía. Pero más allá de sus aspiraciones profesionales, Herminia era conocida por su generosidad con sus compañeros. Herminia vivía en una casa colorida y alegre junto a sus hermanos Nieves y Teodoro.
Siempre se levantaba temprano por la mañana con una sonrisa en el rostro y un brillo especial en los ojos. Le encantaba correr por el jardín, jugar entre risas y compartir momentos felices con su familia.
Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Herminia encontró un pajarito herido en el suelo. Sin dudarlo un segundo, lo recogió con cuidado y lo llevó a casa para curarlo.
Pasó días cuidando al pajarito con amor y ternura hasta que finalmente pudo verlo volar libre nuevamente hacia el cielo azul. "¡Mira mamá! ¡El pajarito está curado y feliz!" - exclamó Herminia emocionada. Su madre la abrazó con cariño y le dijo: "Eres realmente especial, hija.
Tu corazón bondadoso hace del mundo un lugar mejor". En la escuela, Herminia siempre estaba dispuesta a ayudar a sus compañeros sin esperar nada a cambio.
Compartía sus lápices de colores, prestaba atención cuando alguien necesitaba desahogarse y siempre tenía una palabra amable para aquellos que se sentían tristes o solos. Un día, durante el recreo, Herminia notó que Martín estaba solo en un rincón mirando tristemente su sandwich sin ganas de comerlo.
"¿Qué te pasa Martín?" - preguntó Herminia con preocupación. Martín le contó que había olvidado su almuerzo ese día y no tenía nada para comer. Sin dudarlo un segundo, Herminia compartió su merienda con él y juntos pasaron un momento agradable conversando y riendo.
Desde ese día, Martín se convirtió en uno de los mejores amigos de Herminia. Juntos descubrieron nuevas aventuras e hicieron del colegio un lugar donde reían y aprendían cada día.
Con el paso del tiempo, Herminia siguió creciendo siendo fiel a sí misma: generosa, amable y siempre dispuesta a ayudar a los demás.
Se convirtió en manicurista para embellecer las manos de muchas mujeres que salían de su salón sintiéndose especiales; pero también encontró tiempo para ser maestra voluntaria los fines de semana enseñando a niños que necesitaban apoyo académico. Y así fue como la niña llamada Herminia logró cumplir sus sueños mientras inspiraba a todos quienes la rodeaban con su bondad infinita e inquebrantable espíritu solidario.
FIN.