Hermosa Navidad
Era una vez un pueblito llamado Villanieve, donde cada año la llegada de la Navidad llenaba de alegría a todos sus habitantes. Las calles se iluminaban con luces coloridas, los árboles se decoraban con esferas brillantes y un enorme árbol de Navidad se erguía en la plaza central. Pero este año, algo extraño había ocurrido: no caía nieve.
Clara, una niña de diez años conocida por su inquebrantable espíritu navideño, estaba preocupada. "- ¡Mamiii!" exclamó al llegar a casa. "- Este año no hay nieve, ¿qué vamos a hacer para la Navidad?"
Su madre sonrió y le dijo: "- No te preocupes, Clara. La Navidad no se trata solo de la nieve. Se trata de compartir, dar amor y estar juntos. Pero hay algo que podemos hacer. Podemos ir a buscar nieve en la cima de la montaña ¡Hoy mismo!"
Clara condujo a su madre hasta la montaña con sus amigos, Diego y Sofía.
"- ¿Y si no encontramos nieve?" preguntó Diego. "- ¡Eso no importa!" respondió Clara. "- Si no hay nieve, haremos nuestra propia Navidad mágica. Vamos a buscar la felicidad en cualquier lugar que podamos. Además, tenemos a cada uno de nosotros, ¿qué más necesitamos?"
Así que comenzaron a aventurarse en el camino hacia la cima de la montaña. Por el camino, se encontraron con una ardilla muy habladora que parecía tener un gran espíritu navideño.
"- ¡Hola, amigos!" gritó la ardilla. "- ¿Están buscando nieve?"
"- Sí, pero no solo nieve. Queremos que esta Navidad sea especial, aunque no haya nieve." dijo Sofía, con una sonrisa.
"- ¡Eso suena fabuloso!" dijo la ardilla. "- ¿Sabían que la magia de la Navidad no está en la nieve, sino en las acciones que realizamos? Si ayudan a otros, ésas serán las verdaderas chispas de la Navidad."
Los niños, intrigados, decidieron seguir a la ardilla a un pequeño refugio donde había otros animales que necesitaban ayuda. Allí encontraron a un grupo de conejos que no tenían suficiente comida para el invierno.
"- ¡Debemos ayudarles!" dijo Clara. "- Podemos traerles zanahorias del pueblo".
"- Y también podemos hacer una fiesta para ellos en la plaza." propuso Diego.
Así, se dividieron las tareas. Clara y su madre fueron a buscar las zanahorias, mientras que Diego y Sofía permanecieron con los conejos para hacerles compañía.
Cuando regresaron al refugio, Clara cargaba una gran bolsa llena de zanahorias frescas.
"- ¡Miren lo que traje!" gritó emocionada. Los conejos se pusieron a dar saltos de alegría. "- ¡Gracias, gracias, gracias!" decían, mientras devoraban las zanahorias.
Luego, decidieron organizar una fiesta en la plaza para todos los animales del bosque. Con la ayuda de la ardilla, decoraron el lugar con ramas, hojas y luces que encontraron.
El día de la fiesta, aunque el sol brillaba y no había nieve, la alegría era contagiosa. Todos los animales se unieron para celebrar y jugar. La ardilla organizó juegos y los conejos compartieron historias navideñas.
Al caer la noche, Clara trajo un par de instrumentos que había encontrado en casa y comenzó a tocar. "- ¡Vamos a cantar!" propuso. Todos juntos se unieron en un cántico lleno de risas y amor.
En medio de la música, algunos copos de nieve comenzaron a caer sorprendentemente del cielo, decorando el mundo con un manto blanco. Todos miraron con asombro y aplaudieron entusiasmados.
"- ¡Miren, la nieve!" gritó Sofía, con los brazos abiertos.
"- ¡Eso es porque compartimos amor y alegría!" dijo la ardilla, mirando a todos con felicidad. "- La verdadera Navidad no necesita nieve. Necesita corazones dispuestos a ayudar y compartir".
Esa noche, los niños comprendieron que lo que realmente importa en la Navidad es la felicidad que se crea en cada acto de bondad, y que incluso sin nieve, podían hacer su propia magia.
Desde entonces, cada Navidad en Villanieve fue un recordatorio de que la verdadera belleza de la celebración radica en compartir y dar amor, sin importar el clima. Y así, Clara, Diego, Sofía y todos en Villanieve continuaron creando recuerdos mágicos, llenos de bondad y alegría, que perduraron para siempre.
FIN.