Hermosa Valiente
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Radiantina, una niña llamada Luna. Luna tenía una característica especial: su valentía. Desde que era muy pequeña, siempre había tenido la capacidad de enfrentar cualquier desafío, y eso la hacía destacar entre sus amigos.
Un día, mientras jugaba en el parque con su mejor amiga, Alma, una extraña nube oscura apareció por encima del pueblo.
"¿Viste eso, Alma? Esa nube se ve rara", dijo Luna con curiosidad.
"Sí, parece que algo extraño está sucediendo", respondió Alma, un poco asustada.
Los adultos comenzaban a murmurar, y pronto se enteraron de que una bandada de pájaros se había perdido y se había quedado atrapada en esa nube oscura. Los pájaros, llenos de colores brillantes, eran los que alegraban la plaza del pueblo cada mañana con sus cantos. Sin ellos, Radiantina se sentía triste y silenciosa.
Luna miró a Alma y le dijo:
"¡Debemos hacer algo! No podemos dejar que nuestros amigos pájaros sufran en esa nube."
Alma dudó un poco.
"Pero, ¿qué podemos hacer? Esa nube se ve aterradora."
Luna inspiró profundo.
"Recordá lo que siempre nos dicen: ‘Si quieres ver el cambio, tenés que ser el cambio’. Además, no estoy sola. Te tengo a vos y a todos nuestros amigos. Juntos, podemos ayudar."
Con determinación, Luna reunió a todos los niños del pueblo y les explicó la situación.
"Vamos a formar un equipo. Necesitamos un plan para ayudar a los pájaros".
Los niños, inspirados por la valentía de Luna, aceptaron con entusiasmo. Se organizaron en equipos: unos recolectaban pelotas de colores y cintas brillantes que podrían atraer a los pájaros, y otros hicieron carteles de apoyo alentando a los pájaros a salir de la nube.
"¡Dónde hay un pájaro, hay esperanza!", decía uno de los carteles.
Cuando todo estuvo listo, Luna tomó la delantera.
"¡Sigan a mi voz! Vamos a enfrentar esa nube juntos!"
Con los ojos llenos de sinceridad y valor, se acercaron a la nube. Mientras algunos niños empezaban a lanzar las pelotas y las cintas al aire, Luna mantenía su mirada fija en la nube.
De repente, la nube empezó a moverse, como si respondiera al llamado de los niños. Pero, en un giro inesperado, la nube oscura se transformó, convirtiéndose en un dragón gigante que respiraba nubes. Los niños retrocedieron, aterrados.
"¡No, no! ¡No se asusten!", gritó Luna. "No le tenemos que temer. Hay que demostrarle nuestra valentía, aunque se vea grande y aterrador. ¡Vamos a hacer algo!"
Luna, con el corazón palpitante, comenzó a cantar la canción de los pájaros, mientras el dragón se acercaba. Sus amigos la siguieron y juntos comenzaron a entonar la melodía. Al principio, el dragón parecía confundido, pero pronto se detuvo y los miró con curiosidad.
"¿Qué es esto?", preguntó el dragón con voz profunda.
"Somos Luna y sus amigos, venimos a ayudar a los pájaros que están atrapados en tu nube, por favor, déjalos libres", respondió Luna mientras mantenía su valentía a flor de piel.
El dragón, sorprendido por la valentía de la niña y la dulzura de la canción, exhaló un suspiro que desvaneció parte de la nube oscura.
"¿Por qué no me dijeron que los pájaros eran sus amigos? Yo no quería hacerles daño, solo estaba protegiendo mi cueva de los ruidos. Puedo ayudarlos a salir, por favor, sigan cantando."
Animados, los niños continuaron cantando mientras el dragón empezó a moverse. Con su aliento, fue liberando a los pájaros atrapados, y poco a poco, la plaza de Radiantina volvió a llenar de colores.
Cuando los pájaros volaron alto en el cielo, el pueblo estalló en aplausos.
"¡Lo hicimos!", gritó Alma, llena de alegría.
"Sí, pero fue gracias a la valentía de Luna", hicieron eco los demás niños.
Desde ese día, el dragón se convirtió en un nuevo amigo del pueblo, y los pájaros nunca olvidaron a quienes los ayudaron. Luna aprendió que la valentía no significa no tener miedo, sino hacer lo correcto a pesar de ello.
Y así, Radiantina se llenó de risas, colores y valientes corazones siempre listos para ayudar, gracias a una niña que nunca tuvo miedo de ser diferente.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.