Hernesto Casillas y el Sueño del Vuelo
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un chico llamado Hernesto Casillas. Hernesto era un niño soñador que siempre miraba hacia el cielo, anhelando volar como los pájaros. Sin embargo, Hernesto no tenía alas, y eso lo hacía sentir triste.
Un día, mientras paseaba por el parque, se topó con un grupo de chicos que jugaban al fútbol. Uno de ellos, llamado Lucas, lo miró y le dijo:
"¿Qué haces, Hernesto? ¿No te unís a nosotros?"
"No, gracias. Prefiero mirar el cielo. Sueño con volar algún día", respondió Hernesto.
Lucas se echó a reír:
"¡Pero los humanos no pueden volar!"
Hernesto se sintió incómodo, pero no dejó que eso lo desanimara. Esa noche, se sentó en su habitación y comenzó a dibujar. Hizo un boceto de un par de alas enormes que podrían ayudarlo a volar. Con determinación, decidió que tenía que encontrar la manera de construirlas.
Al día siguiente, se dirigió al taller de su padre, un carpintero talentoso.
"Papá, ¿me podrías ayudar a construir unas alas para volar?"
"Hernesto, eso suena un poco peligroso. Pero si te atreves, puedo enseñarte algunas cosas de carpintería", le respondió su padre.
Con el apoyo de su papá, Hernesto comenzó a trabajar. Juntos recolectaron madera, telas y todo lo necesario para sus alas. Cada día, Hernesto aprendía más sobre la carpintería y, al mismo tiempo, se sentía más cerca de su sueño.
Tras semanas de arduo trabajo, finalmente terminaron las alas. Hernesto se las puso y se miró al espejo. Aunque se veía un poco gracioso, estaba decidido a probarlas. Esa tarde, subió a la colina más alta del pueblo, mientras sus amigos lo miraban desde abajo.
"¡Viene Hernesto con sus alas!" gritó una de las chicas.
"¡Él nunca podrá volar!", le contestó otro chico.
Pero Hernesto no escuchaba. Con el viento soplando en su rostro, se lanzó por la colina. estuvo a punto de caer y se sintió un poco asustado. Pero en ese momento recordó las palabras de su padre:
"Los errores son parte del aprendizaje". Entonces, en lugar de rendirse, Hernesto se levantó y volvió a intentarlo.
Se dio cuenta de que no necesitaba alas para volar. Todo lo que realmente necesitaba era su valor y su determinación. Fue entonces que decidió construir una pequeña cometa. Con la ayuda de sus amigos, hicieron una cometa colorida con sus propias manos.
"¿Puedo volar la cometa?", preguntó Hernesto con emoción.
"¡Sí! Echemos a volar!", gritaron sus amigos.
Hernesto corrió, sintiendo el viento en su cara. La cometa se elevó a los cielos, y con ella, el corazón de Hernesto también voló.
"Miren, ¡estoy volando!", gritó con alegría.
"¡Increíble!", respondieron todos.
Aunque Hernesto no pudo volar como los pájaros, aprendió que a veces los sueños pueden cumplirse de maneras inesperadas. La felicidad no solo está en alcanzar nuestras metas, sino también en el camino que recorremos para lograrlas.
A partir de ese día, Hernesto se convirtió en el mejor constructor de cometas del pueblo. Ayudó a sus amigos a crear las suyas y juntos disfrutaron de días llenos de risas y aventuras bajo el sol. Hernesto aprendió que con esfuerzo, amistad y creatividad, se pueden alcanzar grandes alturas, aunque no tengamos alas.
FIN.