Hilario y la noche mágica



Había una vez un gatito llamado Hilario que vivía en una hermosa casa junto a su papá, el señor Gato. Hilario era un gatito muy juguetón y curioso, pero tenía un pequeño problema: le temía mucho a la oscuridad.

Cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, Hilario se escondía debajo de la cama y no quería salir por miedo a lo desconocido que había afuera.

Su papá intentaba tranquilizarlo diciéndole que no había nada que temer, pero el miedo de Hilario era más fuerte. Un día, mientras estaban jugando en el jardín, el señor Gato tuvo una idea para ayudar a su hijo a superar ese temor.

Se acercó a Hilario con una sonrisa traviesa en su rostro y le dijo:- ¡Hilario! Tengo un juego especial para ti.

¿Quieres jugar? El gatito levantó sus orejitas emocionado y respondió:- ¡Sí, papi! ¡Me encanta jugar contigo! El señor Gato tomó una linterna y apagó todas las luces de la casa. La oscuridad inundó cada rincón y Hilario sintió cómo su corazón empezaba a latir más rápido. - Ahora escucha atentamente -dijo el señor Gato-.

Voy a esconderme en algún lugar oscuro de la casa y tendrás que encontrarme usando esta linterna. Hilario titubeó al principio, pero luego pensó que si iba a encontrar a su papá necesitaría enfrentar su miedo. Asintió con determinación y tomó la linterna.

El gatito comenzó a explorar cada habitación de la casa, con la luz de la linterna iluminando su camino.

Cada vez que abría una puerta o se asomaba debajo de un mueble, el señor Gato hacía sonidos graciosos para hacer reír a Hilario y recordarle que no había nada que temer. - ¡Jajaja! ¡Aquí no estoy, Hilario! -decía el señor Gato desde algún rincón oscuro. Hilario se reía y continuaba buscando. Pasaron minutos y el gatito ya no sentía tanto miedo como al principio.

Se dio cuenta de que la oscuridad solo era eso: oscuridad. No había monstruos ni peligros escondidos en ella. Finalmente, después de buscar por toda la casa, Hilario encontró a su papá escondido detrás del sillón del salón.

Ambos se abrazaron felices y llenos de alegría. - ¡Lo hiciste muy bien, hijo! -exclamó el señor Gato-. Ahora sabes que la oscuridad no tiene nada qué temer. Es solo un juego divertido para superar nuestros miedos juntos.

Desde ese día, Hilario dejó atrás su miedo a la oscuridad gracias al juego especial que compartió con su papá. Aprendió que muchas veces los miedos son solo imaginarios y que enfrentándolos podemos descubrir nuevas experiencias maravillosas.

Y así, Hilario siguió siendo un gatito valiente y curioso, siempre dispuesto a explorar el mundo sin importar si estaba oscuro o brillante.

Y cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, se acurrucaba feliz junto a su papá, sabiendo que no había nada que temer en la oscuridad.

FIN.

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