Historia del Conejito Coco y sus Amigos del Bosque



Había una vez un conejito llamado Coco que vivía en el bosque. A Coco le encantaban las zanahorias, así que cada mañana salía a buscar algunas para su desayuno. Un día, Coco encontró 3 zanahorias bien anaranjadas y crujientes.

"¡Qué maravilla!", exclamó Coco, saltando de alegría.

Coco decidió que estas zanahorias serían su desayuno perfecto. Pero antes de que pudiera disfrutarlas, vio a su amigo el ratón Ramón, un pequeño roedor curioso y siempre dispuesto a ayudar.

"Coco, ¿qué tenés ahí?", preguntó Ramón mientras se acercaba.

"¡Tres zanahorias! ¡Son mías!", respondió Coco, emocionado.

"¿Por qué no compartís una conmigo?", sugirió Ramón, sus ojos brillando de emoción.

Coco dudó por un momento, pues no quería perder su deliciosa zanahoria, pero decidió que compartir con su amigo era más importante.

"Está bien, Ramón. Pero solo si prometés ayudarme a buscar más zanahorias después", dijo Coco.

"¡Trato hecho!", sonrió Ramón.

Ambos comenzaron a disfrutar de la zanahoria, cuando de repente, escucharon un llanto suave proveniente de un arbusto cercano.

Coco se acercó al arbusto y encontró a una pequeña ardilla llamada Sofía, que tenía una patita lastimada.

"¿Qué te pasó, Sofía?", preguntó Coco con preocupación.

"Me caí de un árbol mientras recolectaba nueces. No puedo volver a casa", sollozó Sofía.

"No te preocupes, vamos a ayudarte", ofreció Ramón, llenándose de valor. Coco asintió con la cabeza.

"Podemos buscar un lugar seguro para ti, Sofía.¿Qué te parece?", sugirió Coco.

Sofía sonrió levemente y asintió. Juntos, los tres amigos decidieron que lo primero que debían hacer era llevar a Sofía a un lugar tranquilo donde pudiera descansar.

Caminando por el bosque, encontraron un pequeño claro con pasto suave.

"Aquí está bien. Podemos hacerte un pequeño refugio", dijo Coco, mientras comenzaban a recolectar hojas y ramitas.

Mientras trabajaban en su improvisado refugio, Ramón miró las zanahorias que quedaban.

"Coco, no te olvides de tus zanahorias", comentó Ramón.

"No importa, ayudando a Sofía me siento feliz", replicó Coco.

Finalmente, lograron hacer un cómodo lugar donde Sofía pudo descansar.

"Gracias, chicos. Son unos grandes amigos", dijo la ardilla, con los ojos brillantes de gratitud.

Cuando Sofía estuvo mejor, le prometió a Coco y Ramón que compartiría con ellos sus nueces cuando volvieran a jugar.

"¡Sí! ¡Nos encantan las nueces!", exclamó Ramón.

Con el tiempo, Sofía se recuperó por completo y los tres amigos empezaron a jugar todos los días en el bosque.

Un día, decidieron aventurarse más allá del claro. Encontraron un terreno lleno de zanahorias y nueces.

"¡Miren esto!", gritó Coco con alegría.

"Podemos volver a casa y compartirlo con todos nuestros amigos del bosque", sugirió Sofía.

Así que, juntos, recogieron zanahorias y nueces para llevar a sus otros amigos, formando una gran fiesta en el bosque.

"Hoy celebramos la amistad y la generosidad", anunció Ramón mientras todos disfrutaban de la fiesta.

Y así, Coco, Ramón y Sofía aprendieron que a veces compartir lo que tienes puede llevarte a encontrar cosas mucho más grandes que simplemente disfrutar de un desayuno.

Desde ese día, nunca se olvidaron de hacer nuevas aventuras y ayudar a quienes lo necesitaban, disfrutando de la abundancia de su bosque y de la amistad que habían forjado.

FIN.

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