Hormigas, Emperadores y Pasta de Dientes



Había una vez una hormiga llamada Anita que vivía en un pequeño hormiguero en la ciudad de Shanghai, China. Anita era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba por la ciudad, se encontró con un edificio enorme y frío que emanaba aire fresco y limpio. - ¡Qué maravilla! -exclamó Anita-. Nunca había sentido algo así antes. Era un edificio moderno con grandes ventanales y luces brillantes que iluminaban todo el lugar.

Dentro del edificio, Anita descubrió algo aún más increíble: una máquina gigante que soplaba aire frío por todas partes. Era el aire acondicionado más grande que haya visto jamás.

Anita no podía resistirse al frescor del aire acondicionado y decidió quedarse allí durante un rato para disfrutarlo. Pero mientras caminaba por el suelo blanco y pulido, vio algo extraño cerca de las paredes: era pasta de dientes. - ¿Qué hace la pasta de dientes aquí? -se preguntó Anita-.

Quizás alguien se olvidó de tirarla a la basura. Pero cuando se acercó para investigar mejor, escuchó un ruido extraño detrás de ella. Se dio vuelta rápidamente y vio a Napoleón Bonaparte parado justo frente a ella.

- Hola pequeña amiga -dijo Napoleón-, ¿qué haces aquí? Anita estaba asombrada por ver al famoso líder francés en persona.

Él le explicó que estaba en China para aprender sobre la cultura china y sus costumbres, pero se sintió perdido dentro del edificio moderno. - Me he perdido -dijo Napoleón-. ¿Podrías ayudarme a encontrar la salida? Anita, decidida a ayudar al famoso Napoleón, lo llevó por el edificio y finalmente encontraron la salida.

Pero justo cuando estaban a punto de salir, vieron algo terrible: una manada de hormigas invadiendo el edificio. - ¡Tenemos que hacer algo! -gritó Anita-. Si no hacemos nada, podrían lastimar a alguien.

Napoleón pensó rápidamente en una solución y recordó que tenía pasta de dientes con él. Así que juntos trabajaron para crear una barrera de pasta de dientes para mantener alejadas a las hormigas.

Finalmente, después de un largo día lleno de aventuras y peligros inesperados, Anita logró guiar a Napoleón fuera del edificio sano y salvo. Agradecido por su ayuda valiente e inteligente, Napoleón le regaló una pequeña medalla como muestra de su gratitud.

Desde ese día en adelante, Anita se sintió más segura y confiada en sí misma sabiendo que incluso las cosas más extrañas podían llevarla a grandes aventuras. Y siempre recordaba la importancia del trabajo en equipo para lograr objetivos importantes.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!