Huellas de Esperanza



Adrian era un niño aventurero y curioso, siempre explorando nuevos lugares y descubriendo cosas fascinantes. Pero esta vez, había ido demasiado lejos en el bosque y se había perdido.

El sol estaba empezando a ponerse y la oscuridad se acercaba rápidamente. Adrian no sabía cómo volver a casa y comenzó a sentir miedo. Corría sin rumbo fijo, tratando de encontrar algún camino conocido o alguna señal que lo guiara hacia la salida del bosque.

Sin embargo, cuanto más corría, más confundido se sentía. Cada rama que crujía bajo sus pies sonaba como un rugido monstruoso para él. De repente, escuchó algo detrás de él: una respiración pesada, como si alguien o algo lo estuviera persiguiendo.

Adrian miró hacia atrás pero no vio nada excepto las sombras del bosque oscuro. -¿Quién está ahí? -preguntó con voz temblorosa. No hubo respuesta. Adrian comenzó a correr más rápido aún, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Se sentía cada vez más asustado e indefenso mientras corría por el bosque oscuro y desconocido. Finalmente llegó a una pequeña claraboya donde pudo tomar aire fresco y pensar claramente.

Se dio cuenta de que había estado corriendo en círculos todo este tiempo debido al miedo que tenía dentro de sí mismo. Decidió entonces detenerse y respirar profundamente para calmarse antes de continuar buscando la salida del bosque.

Mientras tanto, una ardilla saltarina apareció cerca de él; Adrian quedó sorprendido al verla tan cerca y comenzó a hablar con ella. La ardilla le contó historias de su vida en el bosque, sus amigos y aventuras. Adrian se relajó y comenzó a escuchar con atención.

Se dio cuenta de que no estaba solo en ese bosque oscuro, había muchos animales viviendo allí felices y seguros.

La ardilla le sugirió que para encontrar la salida del bosque debía seguir las huellas de los animales, ya que ellos conocían muy bien el área. Adrian decidió seguirla sabiamente y pronto encontraron un camino claro hacia afuera. -¡Muchas gracias! -dijo Adrian emocionado abrazando a la pequeña ardilla-. Nunca olvidaré lo que me has enseñado hoy.

Finalmente llegó a casa sano y salvo, pero esta vez más sabio y más confiado gracias a la valiosa lección que aprendió esa tarde: nunca hay que perder la esperanza ni tener miedo cuando te encuentras perdido; siempre habrá alguien o algo dispuesto a ayudarte si mantienes tu mente abierta.

FIN.

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