Hugo y la luz interior



Hugo era un niño muy valiente y aventurero durante el día. Le encantaba explorar el jardín de su casa, trepar árboles y jugar con sus amigos.

Pero cuando llegaba la noche, algo extraño sucedía: Hugo tenía miedo a la oscuridad. Cada vez que mamá le decía que era hora de ir a dormir, Hugo sentía un nudo en el estómago. Las sombras se volvían monstruosas y los ruidos de la noche parecían gigantes aterradores.

No podía conciliar el sueño sin una luz encendida. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Hugo notó a un perro callejero asustado escondido detrás de unos arbustos.

El pobre animal temblaba de miedo y no se atrevía a salir. -Hey chicos, ¡miren eso! -exclamó Hugo emocionado-. Ese perro tiene tanto miedo como yo tengo a la oscuridad. Los amigos se acercaron al perro para intentar calmarlo.

Le hablaron dulcemente y le ofrecieron comida para ganarse su confianza. Poco a poco, el perro comenzó a relajarse y salió tímidamente de su escondite. -¡Lo logramos! -dijeron los amigos orgullosos-. Ahora este perrito ya no tiene miedo.

Hugo observó cómo aquel perro superaba su temor gracias al amor y apoyo de sus amigos. Y entonces tuvo una idea brillante: si él también recibiera amor y apoyo, tal vez podría superar su miedo a la oscuridad.

Esa misma noche, Hugo se acercó a mamá y le contó sobre el perro callejero. Le explicó cómo sus amigos lo ayudaron a superar su miedo y le pidió ayuda para enfrentar el suyo. Mamá sonrió tiernamente y abrazó a Hugo con fuerza.

Le dijo que estaba muy orgullosa de él por ser valiente y pedir ayuda cuando la necesitaba. Juntos, buscaron soluciones creativas para hacer que ir a la cama fuera menos aterrador.

Primero, colocaron una pequeña luz nocturna en el enchufe cerca de la cama de Hugo. Esta luz proyectaba estrellas brillantes en las paredes, creando un ambiente mágico y reconfortante. Luego, mamá le enseñó técnicas de relajación como respirar profundamente y contar ovejitas antes de dormir.

Estas técnicas ayudaban a calmar su mente inquieta y permitían que su cuerpo se relajara más fácilmente. Poco a poco, Hugo fue sintiéndose más seguro en la oscuridad.

La luz nocturna le daba tranquilidad y las técnicas de relajación lo ayudaban a conciliar el sueño sin problemas. Un día, mientras jugaba nuevamente en el parque con sus amigos, Hugo notó algo diferente: ya no sentía miedo cuando caía la noche.

Se dio cuenta de que había superado su temor gracias al amor y apoyo de su mamá. -Hey chicos -dijo emocionado-. ¡Ya no tengo miedo a la oscuridad! Ahora puedo disfrutar plenamente del día ¡y descansar tranquilo durante la noche! Los amigos aplaudieron felices por Hugo y su gran logro.

Todos estaban orgullosos de él y lo animaron a seguir siendo valiente en todas sus aventuras. Desde aquel día, Hugo se convirtió en un niño aún más fuerte y valiente.

Sabía que, con amor y apoyo, podía superar cualquier miedo que se le presentara en la vida. Y así, cada noche, cerraba los ojos sabiendo que estaba rodeado de cariño y protección, sin importar cuán oscuro fuera el mundo exterior.

FIN.

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