Hunanas y la lección del prado sin vida



Había una vez un jardín encantado en el que vivían flores de todos los colores y tamaños. Cada día, las abejas zumbaban entre ellas para recolectar su néctar y llevarlo a la colmena.

Todo era paz y armonía en ese lugar. Un día, algo extraño sucedió. Una luz brillante iluminó todo el jardín y las flores comenzaron a temblar. De repente, se transformaron en pequeñas personas con alas de mariposa.

Estas criaturas mágicas eran las —"hunanas" , seres mitad humano y mitad flor. Las hunanas estaban asustadas al principio, pero luego se dieron cuenta de que podían volar y explorar el mundo como nunca antes lo habían hecho.

Algunas se emocionaron tanto que salieron del jardín para ver qué había más allá. -¡Miren! -dijo Rosa, una hunana rosa-. ¡Hay un hermoso prado lleno de margaritas! -¡Genial! -exclamó Violeta-, vamos a verlo.

Pero cuando llegaron al prado, encontraron algo muy triste: todas las margaritas estaban marchitas y sin vida. -¿Qué pasó aquí? -preguntó Rosa con lágrimas en los ojos. -Esto es lo que pasa cuando no cuidamos la naturaleza adecuadamente -respondió Dalia, una hunana amarilla sabia-.

Las plantas necesitan agua, sol y aire limpio para sobrevivir. Si no les damos lo que necesitan, morirán como estas pobres margaritas. Las hunanas entendieron entonces la importancia de cuidar y proteger la naturaleza.

Decidieron volver al jardín encantado para enseñar a las otras criaturas mágicas cómo cuidar mejor las plantas. -¡Chicos, escuchen! -dijo Rosa a los demás hunanas-. Si queremos que nuestras flores sigan siendo hermosas y saludables, debemos regarlas todos los días y asegurarnos de que tengan suficiente sol y aire fresco.

Así comenzaron a trabajar juntas para mantener el jardín en perfecto estado. Las abejas también ayudaron, polinizando todas las flores del lugar.

Con el tiempo, el jardín se convirtió en un lugar aún más hermoso y lleno de vida que antes. Y las hunanas aprendieron una lección valiosa: cuando cuidamos la naturaleza, ella nos recompensa con su belleza y vitalidad. Desde entonces, cada vez que alguien visitaba el jardín encantado, podía ver pequeñas figuras volando entre las flores.

Eran las hunanas felices de haber encontrado su verdadera misión en la vida: ser guardianes de la naturaleza.

FIN.

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