Ignacio, el dragóncito con fuego débil



Había una vez un pequeño dragón llamado Ignacio, que vivía en un hermoso valle rodeado de montañas. Ignacio era muy especial, ya que su fuego no era como el de los demás dragones.

En lugar de ser ardiente y poderoso, su fuego apenas salía de su boca y se extinguía rápidamente.

Ignacio estaba a punto de cumplir años, pero había algo que le preocupaba mucho: ¡tenía miedo de soplar las velas en su pastel! Temía que al hacerlo, pudiera incendiar todo el lugar y lastimar a sus amigos. Por eso, decidió no celebrar su cumpleaños este año.

Sus amigos del valle, la conejita Luna y el osito Bruno, se dieron cuenta de lo triste que estaba Ignacio por no festejar. Así que decidieron ayudarlo a superar sus miedos y demostrarle que todos somos únicos y especiales a nuestra manera. Un día soleado, Luna y Bruno fueron a visitar a Ignacio en su cueva.

Lo encontraron mirando por la ventana con una expresión triste en su rostro. "¡Hola Ignacio!", saludó Luna con alegría. "Hola chicos", respondió Ignacio sin mucha emoción.

Luna saltó hacia adelante para abrazarlo mientras Bruno le daba unas palmaditas amistosas en la espalda. "¿Por qué estás tan triste?", preguntó Bruno con curiosidad. "Tengo miedo de soplar las velas en mi cumpleaños", respondió Ignacio cabizbajo. "Pero ¿por qué? ¡Eres un dragón increíble!", exclamó Luna.

Ignacio suspiró y comenzó a contarles su miedo. Les dijo que temía lastimar a alguien o incendiar todo el lugar con su fuego débil. Luna y Bruno se miraron, pensando en cómo podían ayudar a su amigo.

Después de un rato, tuvieron una idea brillante. "¡Tengo una idea!", exclamó Luna emocionada. "Podemos hacer un pastel especial para ti, Ignacio". "¿Un pastel especial?", preguntó Ignacio intrigado. "Sí", respondió Bruno. "Vamos a hacer un pastel que no necesite velas para soplar".

Los tres amigos trabajaron juntos en la cocina del dragón, mezclando ingredientes y decorando el pastel con mucho amor.

Cuando estuvo listo, llevaron el pastel al jardín donde habían invitado a todos los animales del valle para celebrar el cumpleaños de Ignacio. La conejita Luna dio un paso al frente y dijo: "Hoy estamos aquí para celebrar a nuestro querido amigo Ignacio". Todos los animales aplaudieron emocionados mientras Ignacio sonreía tímidamente.

Cuando llegó el momento de soplar las velas, Luna y Bruno soplaron por él mientras él pedía un deseo en silencio. Fue entonces cuando ocurrió algo increíble: las velas se apagaron sin ningún fuego extraño ni peligro.

Todos los animales lo felicitaron y aplaudieron por haber soplado las velas tan bien. A partir de ese momento, Ignacio entendió que no importaba cuán fuerte fuera su fuego, lo importante era disfrutar cada momento especial junto a sus amigos.

Desde ese día, Ignacio dejó de tener miedo de soplar las velas en su cumpleaños. Aprendió a aceptarse y amarse tal como era, sabiendo que su fuego débil no lo hacía menos especial.

Y así, el valle siguió siendo un lugar lleno de alegría y amistad, donde todos aprendieron a valorar la diversidad y a superar sus miedos juntos. Fin

FIN.

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