Ignacio y el Caballo de los Sueños
Un día soleado, Ignacio, un niño curioso y apasionado por la ciencia, se encontraba trabajando en su taller, un lugar lleno de artilugios y piezas mecánicas. En el centro del taller, reposaba una máquina del tiempo que había encontrado en un viejo desván. A pesar de que estaba un poco averiada, Ignacio soñaba con viajar a otras épocas.
"Si pudiera arreglarla, podría descubrir cómo era el mundo hace muchos años..." - se decía a sí mismo mientras revisaba unos cables.
Después de horas de trabajo, logró reparar la máquina.
"¡Listo! Ahora, vamos a viajar atrás en el tiempo" - exclamó emocionado, ajustando la palanca de control.
Pero algo salió mal. En lugar de viajar a una época del pasado, Ignacio se encontró en un mundo de colores brillantes, montado en un hermoso caballo blanco. La arena de una playa dorada brillaba bajo el sol.
"¿Dónde estoy?" - se preguntó asombrado.
En ese momento, un niño pequeño con una sonrisa radiante se acercó a él, cubierto de arena y con una palita en mano.
"¡Hola! Soy Tomás, ¿quieres jugar?" - dijo el niño.
Ignacio sonrió y asintió con la cabeza.
"¡Claro! Pero antes quiero saber más sobre este lugar. ¿Es un mundo mágico?" - preguntó.
Tomás rió.
"Es la playa de los sueños, donde todo lo que imaginas puede hacerse realidad. ¡Ven, vamos a explorar!"
Así, Ignacio y Tomás galoparon juntos por la orilla. Jugaban a construir castillos de arena, a buscar conchas y a correr tras las olas.
Durante su aventura, Ignacio descubrió que el caballo no solo lo llevaba físicamente, sino que también le permitía imaginar y crear.
"Mirá, Ignacio, cada vez que me imagino un castillo, lo podemos construir con arena. ¡Imagina!
FIN.