Igor y el Jardín de la Calma



En un pequeño barrio, vivía Igor, un perrito muy especial que siempre llevaba una bufanda verde. Aunque quería mucho a sus dueños, la familia Pérez, Igor a menudo se sentía un poco nervioso, especialmente cuando había ruidos fuertes o cuando cambiaban de planes sin avisar. Eso lo hacía correr por la casa buscando refugio.

Un día, mientras Igor exploraba su jardín, escuchó a su amiga, la tortuga Tula, que hablaba con el gato del vecino, Félix.

"¡Hola, Tula! ¿Qué haces?" - preguntó Igor, asomándose detrás de un arbusto.

"¡Hola, Igor! Estoy hablando de cómo hacer un jardín de calma," - le respondió Tula, sonriendo lentamente.

"¿Jardín de calma?" - se interesó Igor, moviendo su cola. "¿Eso es para dejar de sentirme nervioso?"

"¡Exacto!" - exclamó Tula. "Se puede plantar flores que ayuden a tranquilizarnos. Debemos encontrar las flores adecuadas."

Intrigado, Igor se unió a Tula y Félix. Juntos, comenzaron a investigar qué flores podrían plantar. Tula les explicó que algunas flores como la lavanda y el manzanilla eran conocidas por sus aromas suaves que ayudaban a relajar a los animales.

"Pero no solo eso, también podemos crear un lugar especial para que todos podamos sentarnos y disfrutar de la paz. Necesitamos piedras, almohadas y, quizás, un pequeño estanque para los lirios," - dijo Félix, mientras acariciaba su pata.

El trío se puso manos a la obra. Con ayuda de los nerviosos ratones de enfrente que tenían una gran colección de semillas, lograron conseguir las semillas de lavanda y manzanilla, y también varios colores de piedras con las que formar el camino del jardín.

Mientras plantaban las semillas, Igor empezó a sentir una emoción nueva.

"Este jardín ya me está haciendo sentir mejor, ¡mira cuánto estamos trabajando juntos!" - dijo Igor, feliz por la compañía.

Pero, justo cuando estaban a punto de terminar de plantar, un fuerte trueno retumbó en el cielo. Igor, asustado, corrió hacia el cobertizo.

"¡Igor!" - lo llamó Tula, preocupada. "Ven aquí y respira conmigo, vamos a practicar la calma."

Al principio, Igor no quería salir, pero luego recordó lo que había aprendido. Se paró cerca del cobertizo y se sentó.

"Inhalo... uno, dos, tres..." - comenzó a decir Tula. "Exhalo... uno, dos, tres..."

Lentamente, Igor respiró junto a ellos. Sus patas temblorosas comenzaron a calmarse.

"¡Bien hecho, Igor!" - animó Félix. "Además, lo bueno de nuestro jardín es que lo podemos usar cada vez que te sientas un poco ansioso. Es nuestro lugar especial.”

Igor se sintió inspirado por el amor y apoyo de sus amigos. Finalmente, decidió salir del cobertizo.

"¡Vamos a terminar nuestro jardín!" - dijo Igor, con entusiasmo.

Unas horas después, el jardín de calma estaba listo. Había flores, piedras de colores, un estanque con lirios flotantes y hasta unas cómodas almohadas.

"Es tan bonito, chicos. ¡Gracias por ayudarme!" - dijo Igor, sintiendo grandes olas de felicidad.

Con el tiempo, cada vez que un ruido fuerte asustaba a Igor, él corría con sus amigos al jardín y practicaban la respiración juntos. Aprendió a usar el jardín como su refugio, un lugar donde podía encontrar tranquilidad.

Sobre todo, comprendió que no estaba solo y que siempre podía contar con Tula y Félix. Juntos cultivaron no solo un jardín, sino también una amistad que lo ayudaba a sentirse más seguro y feliz, aunque el mundo fuera un poco ruidoso.

Y así, Igor aprendió que, a veces, los momentos de ansiedad pueden ser superados con un poco de amor, compañía y un jardín de calma.

FIN.

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