Iker Enrique y el Reino de los Sueños



Había una vez un niño llamado Iker Enrique, que vivía en un pequeño pueblo al borde de un inmenso bosque. Desde muy chico, Iker había sido conocido por su valentía. No había montaña que no escalará, ni riachuelo que no cruzara. Pero su vida estaba a punto de dar un giro mágico.

Una tarde, mientras exploraba el bosque, Iker encontró un arroyo brillante que no había visto antes. El agua relucía como estrellas en el cielo. Al acercarse, notó que había una pequeña puerta escondida detrás de unos arbustos. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y entró.

Frente a él se extendía un fantástico reino lleno de colores vibrantes y criaturas extraordinarias. Iker no podía creer lo que veía. Allí estaba un majestuoso dragón de escamas doradas que, en lugar de asustar, le sonreía.

"¡Hola, valiente Iker!" –dijo el dragón en un tono amigable–. "Soy Drago, el guardián de este reino. Necesitamos tu ayuda."

"¿Cómo puedo ayudarles?" –preguntó Iker, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

"Una sombra oscura ha cubierto nuestra luz. Solo el Corazón de la Esperanza puede devolver la alegría a este lugar, pero está oculto en la cima de la Montaña de los Susurros. Solo alguien valiente y de buen corazón como tú puede recuperarlo."

Iker sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero estaba decidido.

"Voy a buscarlo, Drago. No te preocupes, lo traeré de vuelta."

Antes de partir, el dragón le dio un mapa mágico que brillarba al tacto.

"Esto te guiará por el camino correcto. Pero ten cuidado, hay pruebas que deberás enfrentar."

Iker agradeció a Drago y comenzó su aventura. Mientras caminaba, se topó con un riachuelo que de pronto se convirtió en un puente de flores.

"¡Oh, qué hermoso!" –exclamó Iker mientras cruzaba el puente.

Al llegar al otro lado, encontró un árbol gigante con caras que hablaban.

"¡Detente!" –gritó el árbol. "Solo quienes tienen un corazón puro pueden pasar. ¿Qué haces aquí, valiente niño?"

"Busco el Corazón de la Esperanza para ayudar a mis nuevos amigos en el reino."

El árbol sonrió.

"Tu nobleza se muestra en tus palabras, así que puedes pasar y llevarte esta semilla de la amistad. Plantala en tu camino y siempre te ayudará."

Iker continuó su camino. Después de atravesar un valle lleno de mariposas brillantes, llegó a la base de la Montaña de los Susurros. La montaña susurraba secretos y leyendas que resonaban en su mente. Sin embargo, de repente, un fuerte viento comenzó a soplar y una niebla espesa lo envolvió.

"¡No puedo volver ahora!" –se dijo a sí mismo, recordando a sus amigos del reino.

Con valentía, Iker subió la montaña, guiado por la luz de la semilla que había recibido. A cada paso que daba, la niebla desaparecía por momentos, revelando el camino hacia la cima. Finalmente, Iker llegó a un claro donde brillaba el Corazón de la Esperanza, un corazón hecho de luz pura.

"¡Lo encontré!" –gritó emocionado, estirando la mano hacia el corazón. Pero en ese instante, un murmullo salió de la sombra. Una criatura oscura apareció entre la niebla. Los ojos de la criatura brillaban con una luz siniestra.

"No podrás llevártelo, niño valiente. Este corazón es mío."

Iker recordó las palabras de Drago y, a pesar del miedo, levantó la cabeza.

"¡No! Este corazón pertenece a todos. No permitiré que la oscuridad le robe la esperanza a los demás."

Al decir esto, Iker tomó la semilla que el árbol le había dado y la lanzó hacia el enemigo. La semilla creció hasta convertirse en un árbol frondoso y brillante.

La criatura oscura, al verse rodeada de luz y bondad, comenzó a desvanecerse, llevándose con ella toda la oscuridad.

Con el camino despejado, Iker tomó el Corazón de la Esperanza y comenzó su descenso. Al llegar de nuevo al reino, Drago le esperaba ansioso.

"¡Iker! ¡Lo hiciste!" –exclamó el dragón.

"Lo traigo de vuelta para que la alegría regrese a nuestro hogar."

Cuando Iker colocó el corazón en el centro del reino, una luz espléndida iluminó cada rincón. Los habitantes del reino aplaudieron y celebraron.

"Eres un verdadero héroe, Iker Enrique. Gracias a tu valía y bondad, nuestra luz ha regresado."

Iker sonrió, sintiéndose lleno de alegría.

"No fui solo yo, mis amigos también son parte de esto. Siempre juntos, somos más fuertes."

Drago llevó a Iker de vuelta a su hogar, pero antes de despedirse, el dragón le entregó un pequeño medallón.

"Este medallón siempre te recordará que la valentía y el amor pueden vencer cualquier oscuridad."

De regreso en su pueblo, Iker Enrique aprendió que ser valiente no solo significaba enfrentar miedos, sino también ser bondadoso y ayudar a los demás. Desde aquel día, siempre que miraba el medallón, recordaba la aventura mágica que había vivido y la importancia de ser un verdadero héroe.

Y así, Iker se convirtió en un ejemplo de valentía y amistad, inspirando a otros a ser valientes y a perseguir sus sueños.

FIN.

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