Inclusión y amor



Había una vez un niño llamado Paulo, que tenía una discapacidad en su pierna derecha. A pesar de esto, siempre intentaba jugar con los demás niños del barrio y ser parte de sus juegos.

Un día, mientras jugaba en el parque con Juancito y María, ellos empezaron a burlarse de él por su discapacidad. Le decían cosas muy hirientes como "eres un cojo" o "no puedes hacer nada bien".

Paulo se sintió muy triste y herido por las palabras de sus compañeros. Después de ese día, Paulo dejó de ir al parque y se encerró en su casa.

No quería salir ni hablar con nadie porque pensaba que todos se burlarían de él como lo habían hecho Juancito y María. Pero un día, llegó a su puerta una vecina llamada Ana. Ella era una mujer mayor que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Al ver la tristeza en el rostro de Paulo, le preguntó qué le pasaba. Paulo le contó todo lo que había pasado en el parque con Juancito y María.

Ana escuchó atentamente y luego dijo: "Paulo, no tienes por qué sentirte mal por lo que te dijeron esos niños. Tú eres especial porque has aprendido a superar tus limitaciones". Ana invitó a Paulo a ir al centro comunitario donde ella trabajaba como voluntaria para personas discapacitadas.

Allí conoció a otros niños como él que también tenían discapacidades pero hacían deporte adaptado y otras actividades divertidas. Al principio fue difícil para Paulo adaptarse al nuevo ambiente pero poco a poco fue ganando confianza y aprendiendo nuevas habilidades.

Se dio cuenta de que su discapacidad no era un obstáculo para hacer cosas increíbles. Un día, mientras jugaba en el centro comunitario, vio a Juancito y María observándolo desde la puerta.

Paulo sintió un poco de miedo al principio pero luego se armó de valor y los invitó a jugar con él. Al principio ellos se mostraron reacios pero luego aceptaron la invitación. Juntos jugaron al básquetbol adaptado y otras actividades divertidas.

Juancito y María se dieron cuenta de que habían estado equivocados al burlarse de Paulo por su discapacidad. Desde ese día, Juancito y María empezaron a tratar a Paulo con respeto y amabilidad. Aprendieron que las diferencias no son una razón para hacer daño a alguien sino para aprender algo nuevo.

Paulo se convirtió en un líder dentro del centro comunitario, motivando a otros niños con discapacidades como él a superar sus limitaciones y ser valientes como él lo había sido.

Desde entonces, todos los niños del barrio aprendieron una valiosa lección: la inclusión es importante porque todos somos diferentes pero merecemos el mismo respeto y amor sin importar nuestras limitaciones o habilidades.

FIN.

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