Inés y el Gran Frío de Senda D



En el pequeño pueblo de Senda D, donde los días eran soleados y los niños jugaban en la plaza con risas contagiosas, vivía una niña llamada Inés. Tenía una cabellera larga y rizada y siempre estaba sonriendo. Su mundo cambió de repente, cuando el COVID-19 llegó a su pueblo y la alegría comenzó a desvanecerse.

Las calles, que solían estar llenas de juegos, empezaron a vaciarse. Los días se tornaron oscuros y los niños dejaban de verse en el parque.

Un día, Inés decidió que no podía permitir que su pueblo se sintiera triste. "¡Tengo que hacer algo!"- pensó. Comenzó a hablar con sus amigas a través de videollamadas. "Chicas, ¿qué les parece si hacemos una obra de teatro en casa?"- propuso.

"¡Sí!"- exclamó Lucrecia. "Podemos grabarnos y compartirlo con el pueblo después."-

"¡Buena idea!"- agregó Joaquín, que siempre estaba buscando maneras de hacer reír a los demás.

Rápidamente, Inés se organizó. Hicieron un plan: cada uno escribiría su parte de la obra en casa y luego se unirían todo en un guion. Inés se convirtió en la directora de esta gran producción y se dedicó a dar consejos a sus amigos.

"Recuerden, lo más importante es divertirnos y hacer feliz a la gente"- les decía.

"Vamos a hacer algo divertido que les recuerde que, aunque estamos distanciados, seguimos juntos."-

Tras días de ensayo, la obra estuvo lista. Era sobre un grupo de amigos que hacían maravillas para ayudar a su comunidad en tiempos difíciles. Todo el pueblo se reunió en sus casas la tarde del estreno. Colocaron mantas en el suelo, prepararon palomitas de maíz y se posaron frente a las pantallas.

Mientras Inés y sus amigos se veían a sí mismos en las pantallas, la magia de la risa volvió a rondar por Senda D. Las casas se llenaron de aplausos.

"¡Bravo!"- gritaron los vecinos desde sus ventanas. Al escuchar aquello, Inés sintió que todo el esfuerzo había valido la pena.

Pero la alegría no terminó ahí. La maestra de la escuela propuesta que, como continuación de su proyecto, organizaran una tarde de cuentos en línea, donde cada uno podría contar historias divertidas. Inés fue la primera en animarse. "¡Voy a contar la historia de la estrella que quería ser un sol!"- dijo emocionada.

Volvieron a juntarse, esta vez con una buena pila de cuentos, y poco a poco, el espíritu de Senda D comenzó a resurgir.

Conforme pasaron los días, el pueblo se transformó. La gente, aunque físicamente distanciada, comenzó a sentirse unida. Se realizaron juegos a través de videoconferencias, recetas de cocina compartidas en redes y hasta bailes en línea.

"Inés, ¡tienes ideas brillantes!"- le dijo su abuela una mañana.

"Tal vez deberíamos hacer una fiesta de disfraces por Zoom, ¿qué opinan?"- propuso Inés.

"¡Sí!"- gritaron todos al unísono, y así se organizó una fiesta que sería recordada durante años. Lottería, bailes y risas llenaron cada rincón de los hogares de Senda D.

Finalmente, los días de distanciamiento comenzaron a bajar y la gente pudo salir a la calle nuevamente, pero Inés y sus amigos decidieron seguir organizando actividades de comunidad.

"La pandemia nos enseñó a trabajar juntos, entonces no dejemos que eso se acabe", comentó Joaquín.

"Sí, sigamos creando momentos felices para nuestra gente"- completó Lucrecia.

Y así, de una situación difícil, Inés enseñó a todos en Senda D que la alegría se puede encontrar incluso en los momentos más oscuros, y que el amor y la amistad siempre pueden superar cualquier obstáculo. Al final, se hizo una tradición en el pueblo el 'Día del Cuento', donde todos contaban sus historias y compartían risas.

Y así, el pequeño pueblo de Senda D volvió a ser un lugar de risas y alegría, todo gracias a la valentía y creatividad de una niña llamada Inés.

FIN.

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