Instructores Unidos
Había una vez un grupo de instructores de conducción que no eran muy buenos en su trabajo. Adrián, uno de los instructores, se dio cuenta de esto y decidió crear un grupo de WhatsApp para ayudarse entre sí.
En el grupo estaban Lucas, Tato, Belén, Maxi, Víctor, Rodrigo, Claudio, Gabriel, Andrés, Franco y Lorenzo.
Todos tenían algún problema que les impedía ser buenos instructores: Lucas no tomaba la leche y estaba siempre cansado; Tato comía hongos todo el tiempo y se olvidaba lo que tenía que enseñar; Belén era visca y no veía bien las señales de tránsito; Maxi era impaciente y gritaba mucho; Víctor era distraído y se perdía en el camino; Rodrigo era demasiado estricto con sus estudiantes; Claudio siempre llegaba tarde a las clases; Gabriel tenía miedo a conducir en la ciudad; Andrés se aburría fácilmente con las clases teóricas y Franco nunca dejaba hablar a sus estudiantes.
Adrián sabía que todos ellos necesitaban ayuda para mejorar como instructores. Así que comenzaron a compartir consejos sobre cómo enseñar mejor a los estudiantes.
—"Chicos" , dijo Adrián en el chat del grupo "¿Por qué no intentamos hacer algo diferente? En lugar de centrarnos solo en nuestros problemas individuales como instructores ¿Qué tal si nos ponemos juntos para resolverlos?""¿Cómo podríamos hacer eso?" preguntó Belén.
"Bueno," respondió Adrián "Podríamos organizar una clase conjunta donde cada uno pueda enseñar algo útil al resto". Todos estuvieron de acuerdo con la idea y decidieron organizar una clase en la que cada uno de ellos enseñaría algo útil al resto del grupo.
Así fue como Lucas enseñó cómo mantenerse alerta durante las clases, Tato compartió su conocimiento sobre los diferentes tipos de hongos que se pueden comer, Belén explicó cómo detectar las señales de tránsito incluso con visión limitada, Maxi aprendió a ser más paciente y tranquilo mientras enseña, Víctor mostró algunos consejos para no perderse en el camino, Rodrigo enseñó cómo ser un instructor justo pero amable, Claudio llegó temprano y organizó todo para la clase conjunta, Gabriel superó su miedo a conducir en la ciudad, Andrés hizo las clases teóricas más divertidas e interesantes y Franco dejó hablar a sus estudiantes.
Todos aprendieron mucho unos de otros y se dieron cuenta de que trabajar juntos era mucho mejor que hacerlo solos. Desde ese día en adelante se convirtieron en un equipo fuerte y eficiente.
La moraleja de esta historia es que trabajar juntos es siempre mejor que hacerlo solo. Siempre podemos aprender algo nuevo si nos abrimos a escuchar lo que los demás tienen para decirnos.
Y recuerda: nunca es tarde para mejorar tus habilidades si estás dispuesto a poner tu mente en ello.
FIN.