Inti, el cachorro de los Andes
Había una vez en un pequeño pueblo de los Andes argentinos, un niño llamado Mateo que vivía con su abuela en una humilde casita de adobe.
A Mateo le encantaba escuchar las historias que su abuela le contaba sobre los antiguos dioses incas y sobre el Warma Kuyay, el amor de niños. Un día, mientras paseaba por el campo, Mateo encontró a un cachorro abandonado.
El pequeño perro parecía asustado y hambriento, pero Mateo lo acarició con ternura y decidió llevarlo a casa. Desde ese momento, el cachorro se convirtió en su fiel compañero y lo llamó Inti, como el dios sol.
"¡Abuela! ¡Mira a mi nuevo amigo Inti! ¿Puedo quedarme con él?" - preguntó emocionado Mateo. La abuela sonrió y asintió, sabiendo que la presencia de Inti traería alegría al corazón de su nieto. Juntos pasaban los días explorando los alrededores del pueblo y disfrutando de la naturaleza.
Una tarde, mientras jugaban cerca del río, escucharon unos llantos desgarradores. Al acercarse descubrieron a un pichón de cóndor atrapado entre las ramas de un árbol. "¡Pobrecito! Debemos ayudarlo" - dijo preocupado Mateo.
Con cuidado lograron liberar al pichón y lo llevaron a su nido en lo alto de la montaña. La madre cóndor los observaba desde lejos y al ver que habían salvado a su cría les dio las gracias con un majestuoso vuelo por el cielo.
A partir de ese día, la madre cóndor visitaba periódicamente a Mateo e Inti llevándoles regalos como plumas brillantes o piedras preciosas que encontraba en sus vuelos por la montaña. La amistad entre ellos creció cada vez más fuerte.
Un invierno especialmente frío azotó la región y muchas familias del pueblo pasaban dificultades para conseguir alimentos. Mateo no dudó en compartir parte de sus provisiones con quienes más lo necesitaban.
"Abuela, debemos ayudar a nuestros vecinos como nos enseñaron los antiguos incas" - decía decidido Mateo. La solidaridad del niño inspiró a todo el pueblo y juntos lograron superar aquella dura temporada invernal. La bondad de Mateo se esparció como el viento fresco por las calles empedradas del pueblo.
Cuando llegó la primavera, una gran celebración se organizó en honor a la valentía y generosidad de Mateo. Todos los habitantes se reunieron para compartir comida, música y bailes tradicionales bajo el cálido sol andino.
La madre cóndor descendió desde lo alto con sus crías para unirse a la festividad.
Con lágrimas en los ojos le dijo a Mateo:"Gracias por cuidar no solo a tus amigos cercanos como Inti o mi pichón, sino también por ser compasivo con todos los seres vivientes".
Desde aquel día, se dice que cada vez que alguien necesita ayuda en esa región remota de los Andes argentinos, una sombra protectora sobrevuela el cielo recordando el Warma Kuyay: el amor fraternal que une a todas las criaturas del mundo bajo el manto eterno del sol.
FIN.