Inti y la travesía de las tortillas



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Tortilla, un niño muy travieso y curioso llamado Inti. A Inti le encantaba jugar con sus amigos en la plaza del pueblo y ayudar a su mamá en la cocina.

Un día soleado, su mamá le pidió que fuera a comprar tortillas al mercado. Inti, emocionado por la tarea, se puso su gorra favorita y salió corriendo de casa rumbo al mercado.

El camino no era largo, pero por el camino se encontró con su amigo Lucas jugando con un trompo. "¡Hola Inti! ¿A dónde vas tan rápido?" -preguntó Lucas mientras hacía girar el trompo. "¡Hola Lucas! Mi mamá me mandó a comprar tortillas al mercado.

¡Ya vuelvo!" -respondió Inti emocionado. "¡Qué bien! Después nos vemos en la plaza para jugar a las escondidas" -dijo Lucas despidiéndose de su amigo. Inti continuó su camino hacia el mercado, tarareando una canción y disfrutando del día soleado.

Al llegar al puesto de las tortillas, saludó a Don Pancho, el amable señor que siempre le regalaba una tortilla extra. "Buenos días Don Pancho, ¿cómo está hoy?" -saludó Inti con una sonrisa.

"Buenos días Inti, estoy muy bien gracias. ¿Cómo está tu mamá?" -preguntó Don Pancho mientras envolvía las tortillas en papel de estraza. "Ella está muy bien también.

Le he traído unas ricas tortillas para el almuerzo" -respondió Inti feliz de poder ayudar en casa. Con las tortillas en la mano y despidiéndose de Don Pancho, Inti emprendió el regreso a casa. Pero en el camino algo inesperado ocurrió: un perro callejero se cruzó frente a él y comenzó a ladrarle ferozmente.

Asustado, Inti soltó las bolsas con las tortillas y salió corriendo sin mirar atrás. Cuando llegó a casa sin las tortillas, su mamá preocupada le preguntó qué había pasado.

Entre sollozos, Inti contó lo ocurrido con el perro callejero y cómo había perdido las tortillas por miedo. Su mamá lo abrazó con ternura y le dijo: "No te preocupes Inti, lo más importante es que estés bien. Las tortillas podemos comprarlas nuevamente.

" Inti aprendió esa tarde que los miedos pueden superarse y que siempre hay soluciones para los problemas cotidianos. Desde entonces, cada vez que iba al mercado por las tortillas recordaba aquella experiencia como un pequeño gran aprendizaje en su vida.

FIN.

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