Irene la Iguana Ingeniosa



En un hermoso día soleado, en la calurosa selva de Misiones, vivía Irene, una iguana que siempre estaba llena de ideas y curiosidad. A diferencia de las demás iguanas, que preferían descansar al sol, Irene adoraba inventar cosas y solucionar problemas.

Un día, mientras estaba explorando, escuchó a un grupo de pájaros discutiendo.

"¡No podemos conseguir frutas altas! ¡Nuestras alas no son lo suficientemente largas!" - dijo el loro.

"Y el suelo está tan seco, no podemos encontrar comida deliciosa" - añadió la paloma.

Irene se acercó.

"Hola, amigos, ¿qué pasa?" - preguntó.

Los pájaros le explicaron su problema con el acceso a la fruta alta.

"No se preocupen, yo puedo ayudarles" - dijo Irene con una sonrisa.

Irene corrió a su casa, donde tenía su pequeño taller. Comenzó a pensar en cómo podría ayudar a sus amigos. Recordó que había visto a los monos saltar de un árbol a otro con gran habilidad y le dio una idea.

"¿Por qué no les hago una especie de catapulta?" - se dijo a sí misma.

Pasó días recolectando ramas, lianas y hojas. Con su ingenio, construyó una catapulta con una gran bandeja en la parte superior. Al final, la catapulta era lo suficientemente alta y firme para lanzar frutas a los pájaros.

Cuando terminó, invitó a sus amigos a una prueba.

"¡Mirá lo que hice!" - exclamó emocionada.

Los pájaros miraron con asombro.

"¡Guau, Irene! ¿De verdad funciona?" - preguntó el canario.

"¡Vamos a probarlo!" - dijo el loro, aleteando emocionado.

Irene colocó una fruta en la bandeja y, con gran esfuerzo y cuidado, la lanzó al aire. ¡Zas! La fruta salió volando y aterrizó justo en el lugar donde los pájaros podían alcanzarla.

"¡Lo lograste!" - gritaron todos, muy contentos.

De repente, un viento fuerte comenzó a soplar, llevando la fruta lejana, hacia el otro lado de la selva.

"¡Oh no!" - exclamó Eric, el loro.

Irene pensó rápidamente.

"¡Voy a construir un barco con hojas y ramas! Podemos seguir la fruta río abajo y recogerla" - dijo, emocionada.

Los pájaros la siguieron, ayudándole a recoger todo lo necesario. Juntos, hicieron un pequeño barco que podían llevar al río. Una vez listo, todos se subieron.

Navegaron por el río, con el viento soplando en sus caras. En el camino, se encontraron con diferentes desafíos. A veces había troncos caídos, otras veces debían enfrentar rápidos que hacían tambalear el barco.

"¡Esto es peligroso!" - gritó la paloma.

"¡Tranquilos! ¡Confíen en mí!" - dijo Irene, usando su ingenio para maniobrar el barco evitando los obstáculos.

Finalmente, alcanzaron un claro donde vieron la fruta en el suelo.

"¡Ahí está!" - gritaron todos al unísono.

"¡Lo logramos!" - dijo Irene, llena de alegría.

Reunieron todas las frutas y volvieron a la selva en su barco. Con las frutas a salvo, los pájaros se reunieron y celebraron.

"¡Gracias, Irene! ¡Eres una genia!" - le dijo la paloma.

"Sin ti, nunca hubiéramos encontrado la fruta" - dijo el loro, alzando una fruta en señal de agradecimiento.

Irene, sonriendo, se dio cuenta de que, gracias a su habilidad para resolver problemas, ¡había también unido a todos haciendo algo increíble juntos! La iguana ingeniosa había demostrado que con creatividad y colaboración, se podían superar los obstáculos.

Desde ese día, Irene y los pájaros se convirtieron en los mejores amigos y siempre colaboraban en nuevas aventuras, porque habían aprendido que juntos, podían lograr cosas maravillosas.

Y así, en la selva de Misiones, Irene la iguana ingeniosa se convirtió en la heroína de su comunidad, siempre lista para afrontar el próximo desafío.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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