Irene y el Cuento Perdido



Era un día soleado en el barrio, y la pequeña biblioteca de la señora Irene rebosaba de risas y cuentos. Todos los niños de la escuela venían a escucharla; sus relatos eran tan mágicos que hacían volar la imaginación. Teniendo un rincón especial para cada clase, los chicos siempre esperaban ansiosos su turno para conocer nuevas aventuras.

Un día, mientras los niños se acomodaban en el suelo, la señora Irene dijo:

"Hoy vamos a sumergirnos en el mundo de los dragones y las princesas. ¿Están listos para volar conmigo?"

"¡Sí!" gritaron todos al unísono.

El sonido del timbre de la escuela interrumpió el momento mágico. Irene miró por la ventana y vio a la directora, la señora López, con cara de preocupación.

"¿Qué pasará, Irene?" preguntó Tomás, un chico con lentes que siempre tenía muchas preguntas.

"No lo sé, Tomás. Pero esperemos que sea algo que se solucione pronto," respondió Irene, intentando calmar a los pequeños.

Después de un rato, la señora López entró. Su voz era firme pero amable cuando anunció:

"Queridos chicos, tengo que darles una noticia. La biblioteca debe cerrar sus puertas hasta nuevo aviso. Hay problemas con los fondos y no podemos seguir funcionando."

Los niños comenzaron a murmurar, y sus rostros se llenaron de tristeza.

"¿Cómo vamos a vivir sin los cuentos?" dijo Sofía, una niña muy creativa.

"Sin los dragones y las aventuras, la escuela no será lo mismo," agregó Francisco, que siempre soñaba con ser un caballero valiente.

Irene, viendo sus caritas tristes, decidió hacer algo. Se dirigió a los niños y dijo:

"No se preocupen, chicos. Tal vez la biblioteca esté cerrada, pero los cuentos nunca se cierran. Podemos crear nuestra propia biblioteca en el aire, ¡donde podamos contar historias juntos!"

Los niños se miraron entre sí, intrigados por la idea.

"¿Cómo hacemos eso?" preguntó Sofía, rascándose la cabeza.

"Podemos escribir nuestras propias historias," propuso Irene con una sonrisa.

"¡Y contarlas en la plaza del barrio!" agregó Tomás entusiasmado.

Así, el grupo comenzó a planear. Cada uno se llevó un cuaderno y un lápiz para anotar sus ideas. Durante la semana, comenzaron a trabajar en sus historias. Irene los guiaba, les daba consejos y les enseñaba sobre los personajes y las tramas.

Esa tarde, en la plaza, la noticia del cierre de la biblioteca se esparció entre los vecinos como el aroma de un delicioso pastel. La señora Irene estaba nerviosa, pero los niños estaban emocionados. Cuando llegó el día de contar las historias, la plaza estaba llena de padres y amigos.

"Hoy vamos a presentar nuestras historias," dijo Irene con voz firme.

"¿Están listos?"

"¡Sí!" gritaron todos, con una energía contagiosa.

Uno por uno, los niños contaron sus relatos. Desde dragones que cuidaban el bosque hasta princesas que viajaban en bicicletas mágicas. La plaza se llenó de risas, aplausos y asombro. Las historias de los niños eran tan creativas que, pronto, otros niños del barrio se acercaron a escuchar.

Días después, la señora López los vio actuar desde la ventana de su oficina y sonrió. La magia de los cuentos seguía viva, aunque la biblioteca estuviera cerrada.

"Tal vez necesitamos algo de ayuda para reabrir la biblioteca, chicos. ¿Qué les parece si organizamos una gran cuenta cuentos en la plaza?"

"¡Sí!" respondieron enérgicamente.

Y así fue como los niños, con la ayuda de Irene, organizaron un evento en la plaza. Comerciantes del barrio, padres y vecinos se unieron para apoyar la causa, donando libros y materiales. Era un festival de cuentos, donde todos podían leer y compartir.

Finalmente, gracias al esfuerzo de todos, la biblioteca reabrió sus puertas. La señora Irene miró a los niños y dijo:

"Hoy aprendimos que los cuentos nunca desaparecen, y cuando un capítulo se cierra, siempre hay otro esperando a ser escrito. ¡Sigan creando, chicos!"

"¡Sí, Irene!" gritaron todos, llenos de alegría y con muchas más historias por contar.

Y así, la magia de los cuentos se mantuvo viva, no sólo en la biblioteca, sino en los corazones de todos los niños del barrio.

Fin.

FIN.

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